El hombre, dice Heidegger, es un ser de lejanías. Y así, de este modo, mi amigo Rodolfo Pico (ceniciento ya desde su muerte) vuelve a ... la memoria como alma y cuerpo, vestido con su pintura y sus poemas. Y se queda en sus cuadros cubierto con los colores de su vida, muy llena de soledad, melancolía y de tristeza clara.
Publicidad
Cómo se gradece a determinada altura de la vida volver a ver expuestos los colores y la intensidad de la obra de mi amigo Rodolfo, fallecido en Gijón el 1 de marzo (mes de las golondrinas) de 2017. Un centenar de pinturas y poemas de todas sus etapas, cedidas por coleccionistas y familiares, se exponen en el Centro de Cultura del Antiguo Instituto Jovellanos durante tres meses. Exposición comisariada por el artista Pelayo Ortega, amigo y experto conocer de la obra de Rodolfo Pico, e inaugurada el 21 de julio con una conferencia de Juan Manuel Bonet, director, que fue, del Instituto Cervantes.
Rodolfo Pico nos devuelve todo lo suyo: rosas fatigadas, gatos, paraguas, papiroflexia, pétalos y espinas. Y se hace presentísimo, que no es igual que eterno, en sus cuadros y poemas. De mirada cordial y extraviada, descompuesta en colores y metáforas, Pico fue esparciendo el alma y el ingenio en sus cuadros vináceos, rojos de sangre monumental, azules acérrimos, verdes desnudos y osaturas de árboles. Cuadros que son ventanas a sus galaxias, a su lírica de creación, a su espiritualidad y refinamiento. Con todo el poderío de su arte, Rodolfo Pico nunca fue famoso. Demasiada soledad tuvo su alma ingenua, y su pintura mística -de algún dios- no fue especialmente conocida. Joven camarada de instituto, compartí con él parte de nuestro camino de estudiantes.
Rodolfo Pico se murió solo. Trancó la puerta para que no se escaparan los gatos, y nadie más que ellos lo olieron un momento y esperaron. Él nos dejó este poema final: «Enséñame a decirte adiós/y quedaremos citados en una vieja estación de trenes/en una ciudad a la que nunca viajaremos/. Con la fe de los perdedores, nos aguardaremos temblorosos y verbales/ mirando el tiempo que pasa callado/mientras mi último ramo de rosas/sucederá en una estrofa desalojada/. Enséñame a decirte adiós y celebraremos lo que alguna vez no fuimos/ una cita con verdades robadas al fuego/caligrafía del deseo en la piel de la vida/un cierto lugar común de futuro/con piel de ángel descielado/. Enséñame a decirte adiós protegidos por unos versos que se dedican a soñar la certeza/ de que la tierra prometida de todo amor/ es aprender cómo se dice adiós».
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión