El verano ha resultado ser una auténtica yincana. El pistoletazo de salida lo dio la hoguera de San Xuan, allá por junio, y a partir ... de ahí, Gijón fue un 'non stop' festivo. Drones, Festival Aéreo, Feria de Muestras, Semana Grande, conciertos, Noche de los Fuegos (con polémica incluida con Demarcación de Costas), Paseo Gastro, festejos patronales y vecinales por doquier y, como traca final, estos días la Fiesta de la Sidra, con su esperado récord de escanciado simultáneo en la playa de Poniente.
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La ciudad ha sido un hervidero de gentes, pero también de temperaturas, con unas invitadas no esperadas, como han sido las carabelas portuguesas que, al parecer, vienen a disfrutar de nuestras costas debido al calor. Lo cierto es que poco nos podemos quejar en Gijón de los termómetros y, aunque los días con casi 90% de humedad se hacen difíciles de sobrellevar, lejos estamos de los insufribles 43 grados de Bilbao o los cuarenta y tantos de Valencia. Y es que, pese al bochorno y al hecho de que se nos pegue la ropa a la piel, nos hemos convertido en refugio climático. Y eso nos acabará pasando factura. Si no, al tiempo. De momento, ya se nota en los precios de la hostelería, de los hoteles y los alquileres. Dice la vicealcaldesa y concejala de Turismo, Ángela Pumariega, que Gijón aún está lejos de la masificación turística, pero que hay que empezar a poner orden. Pues sí, porque si no, a este paso, la gentrificación se extenderá cuan mancha de aceite y será un Gijón mucho más tensionado y difícil de disfrutar.
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