¡Hoy es mañana, Rocky! ¡Hoy es mañana!

Hay personas, con vidas muy aburridas, que intentan llenar sus vacíos existenciales a base de simular que saben mucho y son expertos de esto y de aquello. De todo, vaya

Jueves, 31 de marzo 2022, 21:56

Ignorar algo no significa ser bobo. Solo significa que no se sabe o no se tienen los conocimientos apropiados y/o convenientes sobre un determinado ... tema. Punto. Nada más. Tan sencillo como eso y tan natural. Además, ignorar algo es, en realidad, una ventana abierta a la investigación, una ampliación de la sabiduría y un enriquecimiento tanto personal como social. Tiene un sinfín de ventajas. Sí, ventajas, porque ignorar nos ayuda a crecer, a mejorar y a ser más cautelosos tanto a la hora de valorar como de enjuiciar, sobre todo hoy en día, que se tiende a sentenciar más que a opinar.

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De hecho, si les soy completamente sincera, creo que no saber de todo es algo maravilloso que te permite no perder la capacidad de sorprenderte. Con lo placentero que es aprender cosas nuevas. Desde cuestiones sencillas a otras de un mayor calado, resulta extraordinario. ¿Acaso no se sienten realizados, incluso felices, cuando aprenden algo que desconocían? Yo sí. Mucho. Sin ir más lejos, el otro día aprendí a hacer una auténtica crema 'madame' o diplomática. Qué satisfacción. Qué mágica sacudida a los sentidos (no solo al gusto). Esto que les cuento es, lo sé, un ejemplo humilde -de estar por casa, podríamos decir-, pero que nos sirve para ilustrar que el desconocimiento, de esto o aquello, nos impulsa a aprender y eso, aprender, conocer más, volvernos un poco más sabios, nos hace mejores y, a la larga, más dichosos.

Pero, según parece, ser ignorantes -ya solo utilizamos esta palabra como insulto- es malo. Es lo peor que a uno le puede pasar en este mundo nuestro tan dado él a posturear. Vivimos en el universo de la simulación. Así, a día de hoy (espero no dejarme nada) uno debe dominar la política internacional como el mejor de los diplomáticos; conocer la socialización (de sociología, no de socialismo) de los países del Este de Europa; la Historia reciente y no tan reciente de la URSS y todos sus complejos mecanismos de disolución, unión y desunión. También debe, cómo no, saber de guerras, sean estas modernas o al estilo de las cavernas. Manejar, como auténticos expertos, el conflicto saharaui y nuestra participación en él y el papel que juega Marruecos en el cambio drástico de dirección de nuestra política al respecto. Por supuesto, tiene que saber de gas, luz y energías varias, de por qué suben o por qué bajan. Y de huelgas. Que no se me olviden las huelgas. Dominar la reforma o la no reforma laboral y el cambio de hora. Saber de la renovada moda de los 90, que vuelve con fuerza, del nuevo disco de Rosalía y de Eurovisión. ¿No son expertos en Eurovisión? Ay, ay, ay. De la crisis de los programas del corazón y el espionaje a famosos; del nuevo puesto de Victoria Federica como influenciadora y de lo de su abuelo y la justicia británica;del último premio de poesía Hiperion... ¿Agotados? Yo también. Y es que hay quien siempre sabe de todo. De esto que les cuento y de mucho más. Personas que tienen vidas muy aburridas y que intentan llenar sus vacíos existenciales a base de parecer, simular o interpretar, como si esto fuera un gran teatro, que saben mucho y son expertos de esto y de aquello. De todo, vaya. Y con moralina, claro. Siempre con moralina. ¿Y ahora? Ahora también sabrán mucho de Will Smith, de su vida, de su mujer, del cómico, de chistes, de matrimonios abiertos, de enfermedades que generan alopecia y de cine. ¿Y mañana? Mañana… Como estamos hablando de cine: «¡Hoy es mañana, Rocky! ¡Hoy es mañana!».

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