La Matrioshka de Putin
Esos países, antes de la caída de la URSS, solo podían ver la luz si la muñeca mayor quería. Hoy viven a la intemperie, sí, pero también a la luz, más o menos brillante, de su propio destino. Y no desean regresar al interior de la Matrioshka
Los que nos dedicamos a escribir, leemos mucho. Muchísimo, en realidad, ya que es la mejor manera de aprender; la mejor fuente de aciertos y ... errores que uno puede encontrar. Y cuando les digo escribir, no solo me refiero a novelas, cuentos o relatos. Me refiero a todo tipo de textos. Por ejemplo, estos artículos que ustedes y yo compartimos cada semana: para escribirlos de la mejor forma posible, también es importante leer. Leer novelas, ensayos, periódicos, revistas, etc. Leer.
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Hoy les quería, les quiero, hablar de Rusia, de su guerra, de su modo de entender el mundo, y ha sido durante la lectura de una obra de ficción, precisamente, cuando se me ha aparecido el símil perfecto para hacerlo. La obra de la que les hablo es 'La casa al final de Needless Street', de Catriona Ward. La encontrarán en la colección Runas de Alianza Editorial. Una novela interesante, de las que atrapan y que les recomiendo. Bien, pues en uno de los primeros capítulos, he ahí que leo: «...se llama muñeca rusa. Tiene dentro una versión más pequeña de sí misma, y dentro otra, y así sucesivamente. Qué espanto. Son prisioneras. Me las imagino a todas gritando en la oscuridad, sin poder moverse ni hablar. La muñeca tiene una cara ancha y una sonrisa estúpida. Por lo visto la hace feliz tener cautivas a sus hijas». Al leer esto, los ojos se me abrieron como platos. ¡Vaya! ¡Qué definición de una Matrioshka! Y desde que la leí en boca, por cierto, de un personaje muy peculiar -vuelvo a recomendarles la lectura de la novela-, no se me va de la cabeza. ¿Por qué? Porque me parece la mejor definición leída hasta la fecha no solo de una muñeca rusa, que también, sino porque se me antoja, a su vez, una exposición insuperable de lo que Putin y su reparación de la Madre Rusia significan en verdad.
Además de los beneficios económicos y de las ventajas mercantiles que una guerra puede reportar a la actual Rusia y a unos cuantos países más que de esto también están obteniendo provecho, la contienda supone un intento de recuperación de un imperio o de una nación, la antigua Unión Soviética, compuesta por muchos y muy diferentes países que hoy son naciones independientes. Esos países, he pensado, son como las muñecas interiores de la descripción de la novela. Antes de la caída de la URSS, estaban encerrados, a oscuras, y solo podían ver la luz si la Madre, si la muñeca mayor, quería. Hoy, la muñeca Madre está prácticamente vacía por dentro. La mayor parte de figuras, incluso la última, que en muchas ocasiones es tan pequeña que ni siquiera suele tener pintada la cara y que es la única maciza, se han emancipado. Viven a la intemperie, sí, pero también a la luz, más o menos brillante, de su propio destino. Y no desean, a tenor de las declaraciones de parte de sus gobernantes y pueblos, regresar al interior de la Matrioshka.
Rusia declara que dentro de la Madre hay seguridad. Que ella es la única que puede proporcionar a esas naciones la protección y amparo que necesitan frente al mundo, pero, ciertamente, lo que hace es enlutarlas. La muñeca Madre encierra al resto de sus hijas, las deja a oscuras y solo ella reluce y ve el sol. Solo ella ve el mundo y lo disfruta. ¿Es eso amor? No. ¿Es eso salvación? Tampoco.
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A lo largo de la historia de la humanidad, hemos asistido en sobradas ocasiones a las acciones de salvadores de patrias y almas como para no ser conscientes a estas alturas, al menos deberíamos serlo, de que ninguna nación, ninguna Madre, basada en la oscuridad de sus hijas, es una buena madre.
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