Todos los que nos dedicamos al mundo de la interpretación en algún momento hemos hablado acerca de la capacidad interpretativa de Meryl Streep. Debates que, ... por lo general, se cierran con un «lo que esa mujer es capaz de transmitir a una cámara roza la perfección».
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Todas y cada una de las interpretaciones de Meryl Streep son diferentes y todos y cada uno de sus personajes están magníficamente matizados. Les otorga humanidad, verdad, los llena y los hace tangibles para el espectador. Es inevitable para las mujeres que conformamos esta profesión tenerla como referente, asumiendo que solo puede ser escuchada en versión original para poder apreciar el pródigo trabajo vocal de sus personajes a los que adorna con los acentos propios de la ciudad y casi me atrevería decir que del pueblo natal de cada uno de ellos. Ha interpretado magníficamente a la esposa divorciada de Kramer contra Kramer cuando era una joven actriz y, con esa misma veracidad, se ha metido en la piel de una mujer como Margaret Thatcher.
Pero, más allá de su talento innegable, si hay algo que ha conseguido Meryl Streep es mantenerse en activo y trabajar de forma ininterrumpida desde sus comienzos. Una dilatada carrera en una profesión en la que las mujeres tenemos fecha de caducidad. Las actrices de este país no desaparecemos durante décadas por capricho. La industria nos hace desaparecer.
Ella ha conseguido vencer a la industria de la «eterna juventud», adaptando la edad de sus personajes a la suya propia de un modo impecable.
Y, a pesar de que ella siempre ha renegado de esa perfección que tantos críticos le otorgan, personalmente considero que es una de esas actrices que a nivel mundial han conseguido hacer de la «imperfección» virtuosismo.
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