Lo que veo del mundo

Veo pesar en el andar de generaciones enteras. Generaciones demasiado jóvenes para cargar con ese lastre y cuyo futuro nos empeñamos, día tras día, decisión tras decisión, votación tras votación, en fracturar

Viernes, 24 de junio 2022, 02:26

Escribir es como un suspiro, como una respiración. Leer, a veces, también. Y no solo escribir novelas o cuentos, igual ocurre con los artículos de ... opinión como este que ahora leen ustedes. Un suspiro, sí, mi respiración, para decirles lo que pienso del mundo. ¿Cómo? A través de lo que veo que, en este caso, ese 'ver' representa un todo. Es un percibir al completo. ¿Y qué veo?

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Últimamente, veo tristeza en los ojos de la gente y en los ojos que me miran. Una tristeza que está dentro, profunda, y que es distinta de aquella provocada por un hecho fortuito o una calamidad. Una de la que es difícil desprenderse; de la que cuesta huir y que asoma incluso en las miradas más abiertas. El verano, ya estamos en verano, no la destruye, tan solo la difumina porque en esos ojos, en realidad, siempre parece que es invierno.

Últimamente, veo pesar en el andar de generaciones enteras. Generaciones demasiado jóvenes para cargar con ese lastre y cuyo futuro nos empeñamos, día tras día, decisión tras decisión, votación tras votación, en fracturar. Nosotros lo hacemos. Nosotros. Miramos el mañana, pero no el pasado mañana. Tampoco el día siguiente. Miramos el hoy y poco más en realidad, porque es donde nosotros, los importantes, nosotros, vivimos. Los que vengan detrás, esos, pensamos, tendrán que luchar sus propias guerras, aunque sean guerras heredadas y desdichas transmitidas.

Últimamente, veo derrotismo a mi alrededor. Tanto que he tenido incluso que huir de él; de personas tan pesimistas, a la par que engañosas, que estar a su lado era como sumirse en un pozo tan negro que en él solo había espacio para el desierto. Uno donde nada puede germinar. Negro como lo son las mentiras. Negro como el corazón de algunos hombres. Negro como la tiranía.

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Últimamente, veo tiranos. Tiranos dentro y fuera de las fronteras. Tiranos de guante blanco, de esos a los que no les quita el sueño la pobreza que con sus decisiones empresariales y políticas provocan. Qué curioso es esto del sueño. Algunos soñamos demasiado, pero lo hacemos despiertos, a la par que otros no sueñan nada porque todo lo tienen mientras duermen a pierna suelta. Y tiranos de los de antes, de los que aspiran y desean trascender a base de sangre, sudor y lágrimas. Eso sí, la sangre, el sudor y las lágrimas, por supuesto, serán de otros. Estos también suelen dormir bien. ¿Y sueños? ¿Qué sueñan los tiranos? Podría ser un buen título para un ensayo al respecto. No sé si sueñan o deliran.

Últimamente, veo pobreza. La pobreza del que trabaja y también del que no tiene nada. Una pobreza cada vez más aguda, más hiriente, que provoca desespero y, a su vez, esa misma tristeza de la que hablaba al comienzo de este artículo; de esta respiración; de este parecer. Provoca que los sueños que se tienen despierto se evaporen, pluf, como si nunca hubieran existido, y que los tiranos tengan más fuerza, tanto los del guante blanco como los otros.

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Últimamente, veo una riqueza obscena que se vende como el ideal de vida, la meta, el éxito. Una riqueza que provoca aversión. A mí, al menos, me la provoca. Cada vez que veo los sueldos de algunos directivos, los de algunos políticos, los de algunos deportistas y los comparo con los del investigador, el escritor, el policía, siento ahogo; siento pena; siento amargor.

Este es el suspiro, mi respiración, que hoy aquí plasmo para decirles lo que pienso del mundo a través de lo que veo en él. ¿Y qué veo? Últimamente, demasiadas cosas y, no sé ustedes, demasiado malas.

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