Nostalgia del portalín

GALERÍA DEL NÁUFRAGO ·

Ramón Avello

Gijón

Sábado, 12 de diciembre 2020, 05:04

De las luces de Navidad se puede decir lo mismo que del sol de invierno y del amor de suegra. Brillan, pero no calientan. En ... su aspecto positivo, las luces animan el consumo y son una fuente de optimismo y alegría, aunque no benefician al medio ambiente, ni a las arcas municipales. Estos días, vemos en algunas ciudades una seria competencia lumínica para saber qué ayuntamiento puso más millones de puntos de luz, y donde están los decorados luminosos más barrocos, sorprendentes y caros. Algunos ven esta carrera luminosa nacional y universal -«superaremos en iluminación a Nueva York», dijo hace un año Abel Caballero, alcalde de Vigo- una espiral del derroche. En gasto bruto, Madrid, con algo más de tres millones de euros, encabeza la lista y Gijón ocuparía, según un informe basado en las contrataciones de los ayuntamientos, el número diez, con 481.268 euros.

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Para estar en la lista de los diez ayuntamientos que más invierten en luces navideñas, no se puede decir que la iluminación gijonesa sea especialmente relevante, sino más bien discreta. En mi opinión, las luces son este año más finas, graciosas y elegantes que las de años anteriores, pero carecen de originalidad. Leo que estas luces gijonesas contienen treinta elementos tridimensionales, entre los que destaca el árbol del Náutico; doscientos ochenta decoraciones de árboles, quinientos uno arcos de luz, doce techos de estalactitas luminosas y doscientos veinticinco motivos navideños.

He buscado por las calles de Gijón los doscientos y pico motivos de Navidad. Y, salvo estrellas -la de Belén que guio a los Reyes Magos en el año 6 A. C. dicen que se volverá a ver la próxima semana de este atípico 2020-, los motivos vegetales y algún reno, que vaya usted a saber lo que entre nosotros tiene de navideño, no encontré imágenes directas que asociamos con la Navidad.

Es triste que a la iconografía católica, con mucha más fuerza evocativa, que nos recuerda que Cristo nació en un pesebre y en donde estarían las figuras de aquel 'portalín de piedra', ni se la ve, ni se la espera. Tal vez por eso las luces, sin ser originales, son elegantes, pero frías. Como el sol de invierno y el cariño de suegra.

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