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Respetables

No todos los pareceres son respetables, qué van a serlo. De ninguna manera voy a respetar todas las barbaridades que desde cualquier altavoz desprecian la razón, la ciencia, los derechos humanos y el sentido común

Viernes, 13 de agosto 2021

Será que pertenezco a una generación a la que se inculcó, a lo mejor más de lo necesario, el asunto del respeto: había que respetar ... a los padres, a los maestros, a las personas mayores, con especial reverencia a las muy mayores. Había que respetar la propiedad privada, las cosas de los demás. Y la naturaleza, el espacio público que bajo ningún concepto debía ensuciarse con desperdicios: nada de cáscaras de pipas, nada de papeles en el suelo. Había que respetar el turno de palabra, o el turno para entrar en los sitios. Y aunque siempre hubo gente que se lo saltaba a la torera, porque esa es condición del ser humano así pasen siglos y civilizaciones, la noción de respeto estaba ahí.

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Cierto que había cosas que tampoco tenían tanta importancia a la hora de ser respetadas. El dogmatismo, la obediencia, a veces dejaba poco espacio para el respeto a las opiniones individuales y trampeábamos como podíamos haciendo malabares para, respetando, eso sí, mantener nuestro criterio, sin imposiciones y a veces con más temor del recomendable.

Pero luego cambiaron las cosas y de pronto las personas, situaciones o circunstancias merecedores de respeto sufrieron algunas variaciones. Se cuestionaron algunas verdades inquebrantables hasta ese momento ¿De verdad a los maestros se les debía consideración frente a la posibilidad de traumatizar a los tiernos infantes y sus necesidades de autoafirmación? ¿Eran las personas mayores (y las muy mayores) acreedoras de ese respeto si muchas de ellas se habían quedado rezagadas en aquello de adquirir un nivel cultural y otros, además, chocheaban sin remedio? ¿Acaso no estaba la sagrada libertad por delante de las estúpidas y trasnochadas imposiciones? ¿No era más listo quien se saltaba las obligaciones? Después de todo, eso del respeto, ¿no estaba muy pasado de moda?

A cambio se impuso con fuerza aquello del respeto a las opiniones. De algún modo, parecía claro que la libertad era eso: que las opiniones de todos y cada uno gozaran del respeto de los demás. Que a nadie se le persiguiera o despreciara por su modo de pensar. Podías tratar sin respeto alguno a la enfermera de tu centro de salud, al camarero que te servía un café, a tu madre cuando te decía (qué antigua) que esos pelos, que esa ropa, pero eso sí: las opiniones, hasta las más extravagantes (y lo que es peor, las más miserables) merecían un respeto.

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Y la frase hecha de 'todas las ideas son respetables' se convirtió en un mantra.

Con el tiempo hemos descubierto un par de cosas sobre esa supuesta verdad indiscutible: la primera es que quienes más repiten esa frase, quienes la reivindican con insistencia, suelen ser los que olvidan el añadido '...mientras esas ideas sean las mías', porque, curiosamente tampoco se caracterizan por tener la misma consideración con las ajenas. Y la segunda es que no, no todos los pareceres son respetables, qué van a serlo. Especialmente cuando el criterio individual se ha elevado a la categoría de conocimiento: tú puedes decirme que llueve hacia abajo, pero yo digo que llueve hacia arriba, y tienes que respetar, porque es mi opinión. Y porque no, como mucho (y a veces con esfuerzo) puedo tener consideración con las personas que tienen esas opiniones, pero de ninguna manera voy a respetar todas y cada una de las barbaridades que desde cualquier foro, desde cualquier altavoz, desde cualquier tuit desprecian la razón, la ciencia, los derechos humanos y el sentido común.

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