Tan pobres que solo tienen dinero
Antonio Garamendi, presidente de la CEOE,dice que «no hay que hablar de ricos y pobres»,que esta división origina una «ruptura de la sociedad», que eso radicaliza y genera buenos y malos
Rico: Adinerado, hacendado o acaudalado.
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Pobre: Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir.
Estas serían las definiciones básicas de rico y pobre a las ... que estamos acostumbrados y que con mayor frecuencia usamos en nuestro día a día. Hay más, por supuesto, que hacen referencia, por ejemplo, al lujo, la fertilidad, la escasez, lo sabroso, el ánimo o el espíritu. Pero en el caso que hoy quiero tratar con ustedes, solo las dos primeras son necesarias.
El tema es la necesidad o no de llamar a la gente rica o pobre en función de su situación económica y social. ¿Está bien o está mal llamar pobre a uno que es pobre? ¿Y llamar rico a uno que es rico? A mí, desde luego, no me crea ningún problema. Me gusta llamar a las cosas por su nombre y en la vida, o en el sueño, las cosas son lo que son. «Sueña el rico en su riqueza,/ que más cuidados le ofrece;/ sueña el pobre que padece/ su miseria y su pobreza».
No obstante, y al margen de una parte del soliloquio más famoso del drama español, el señor Antonio Garamendi, presidente de la patronal CEOE, dice que no; que «no hay que hablar de ricos y pobres». Él cree, así lo ha dicho en sus últimas intervenciones públicas, que esta división origina una «ruptura de la sociedad». A su parecer, no se puede o no debemos hablar de ricos y pobres porque eso radicaliza y genera buenos y malos. Como en las películas del oeste. Indios y vaqueros.
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Y dándole vueltas a esta idea de no llamar a las cosas por su nombre –algo, por otro lado, cada vez más habitual, ya que nos hemos aficionado y mucho a los eufemismos, ambigüedades y perífrasis imposibles–, se me ha ocurrido que, tal vez, solo es una idea, en lugar de ricos y pobres, podríamos hablar de estructuras económicas diversas. No me negarán que no me ha quedado como si yo fuera una auténtica experta en el tema. Así, cuando hablemos, por ejemplo, de Manolo, el vecino del quinto, que es más pobre que una rata de alcantarilla, en lugar de decir eso, es mejor decir que Manolo se encuentra en una estructura económica adversa. Son la vida, el mercado, la sociedad, que le han puesto ahí. Pobre, no. En todo caso, individuo con estructura económica adversa.
También podríamos decir que lo que vivimos, en realidad, es una situación de multiestratificación económica. Parecida a la estratificación poblacional, pero centrándonos en variables económicas. Así, a Manolo, que es más pobre que un ratón de iglesia, lo que le pasa, aunque él no lo sepa, es que vive en una multiestratificación y le ha tocado la gradación más baja. Pobre Manolo. Pobre en el sentido de infeliz, desdichado y triste. No en el de no tener ni para comer.
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Bien podría ser, no obstante, rizando aún más el rizo de nuestro nuevo lenguaje y modo de intentar disimular la realidad del mundo, que a los ricos y pobres los llamáramos clases sociales transversales. Aplicaríamos la corriente ideológica de la transversalidad a las cosas de los dineros. Es decir, si ya no hay derecha ni izquierda, tampoco ricos o pobres.Decir que Manolo, más pobre que cualquier rata que se nos ocurra, es pobre, sería reduccionismo y eso hay que evitarlo. Manolo no es pobre porque los pobres ya no existen.
Sea como fuera, a Manolo y al resto, ante este tipo de declaraciones de Garamendi y otras similares de señores pertenecientes a la esfera económica de este país nuestro, nos queda pensar que más vale riqueza de corazón que tristeza de posesión.
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