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Todo lo que se va, todo lo que se queda

Sábado, 27 de noviembre 2021, 22:17

Debería bastar el consuelo al que nos aferramos cada vez que perdemos a alguien valioso que ha hecho del oficio de contar, o de pintar, ... o de crear, en definitiva: eso de que nos queda la obra, nos quedan las novelas, los personajes creados que se convirtieron en compañeros mientras compartíamos sus vidas de papel, las palabras con que se edificaban argumentos memorables.

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Debería bastarnos acariciar los lomos de los libros porque ahí, entre esas novelas en las que quien escribe va dejando jirones de la propia piel, el destilado de sus propias emociones, la batalla cuerpo a cuerpo que se libra contra la incertidumbre, ahí, sigue palpitando el corazón de quien escribe, de quien sopló el hálito de vida sobre nombres de letra impresa para que se encarnaran en seres tan cercanos y tan vivos que podíamos hablar de ellos como si fueran parientes, amigos, conocidos. Y debería ser suficiente para que la vida de Almudena Grandes se quedara para siempre abrazada a la sombra de tantas derrotas, que en sus dedos contra el teclado se revestían de una dignidad que salvaba de ese infierno al que condena el olvido.

Solo que no basta. No bastan las novelas escritas. No basta el recuerdo de tantas páginas leídas con fruición. No basta aquel día tonto en que unas páginas de 'Malena es un nombre de tango' me hicieron llorar. No basta ese viento impertinente de 'Los aires difíciles', ni los accidentes geográficos de aquel 'Atlas de geografía humana'. No basta con besar el pan, ni con la escarcha del corazón helado. Lulú ya nunca tendrá la edad de tener un Viernes en su vida, ni encontrará un hueco en los 'Modelos de mujer'. No nos basta porque la alegría de Inés ya no es tanto, ni tenemos ánimo para asistir a las tres bodas de Manolita.

Queda un hueco que no llenan las páginas escritas, Almudena. No nos basta, porque te has llevado tantas historias por contar, tanta dignidad por rescatar, tanto perdedor que dignificar, que nos queda un agujero lleno de desamparo. Algo así como esa herida abierta de la que tú hablabas, imposible de hacerse cicatriz.

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