El martes pasado, la Ejecutiva Federal Socialista, integrada por algo más de cincuenta notables socialistas, refrendó el acuerdo entre el PSOE y Esquerra que conlleva ... la cesión del cien por cien de los tributos a Cataluña, por una abrumadora mayoría. Todos votaron a favor, menos uno, el presidente de la Diputación de Cuenca, que se abstuvo, lo que le honra. Lo curioso es que salvo el señor de Cuenca, llamado Álvaro Martínez Chana, ninguno de los presentes dudó en dar carta blanca a lo que implica la salida de Cataluña de la fiscalidad común. Asturianos, andaluces, ministros entre los que estaba María Jesús Montero, hasta hace dos días contraria a la independencia fiscal catalana, marcharon alegremente, «y yo el primero» podrían decir parodiando a Fernando VII, por la senda de la dudosa constitucionalidad. Tal vez lo que se votó era un preacuerdo, unas líneas ambiguas de actuación y un voto de confianza en Sánchez, en vez de acordar, como así entendemos los legos, la salida de Cataluña del sistema ordinario de financiación autonómica. Veremos.
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He escuchado ayer la comparecencia de Adrián Barbón. Tal vez el infrascrito peque de ingenuidad, pero, en mi opinión, Barbón estuvo en general claro, fino, y contundente. Yo le creo cuando, de una manera explícita, afirma que, en el Consejo de Política Fiscal, estará en contra de la singularidad catalana. Y no de boquilla, sino con la fuerza y la influencia que ejerce sobre los diputados asturianos. Eso lo interpreto como un 'No' rotundo de los socialistas asturianos a propuestas de su propio partido que vayan en contra de la igualdad, la solidaridad y los intereses de Asturias. Es difícil, pero, con un mínimo de dignidad, no es imposible.
Vivimos tiempos convulsos en los que ni el calendario, ahora tendríamos que estar hablando de la temperatura de baños y fiestas, nos da una tregua. Romper la solidaridad fiscal de España por cuestiones coyunturales, además de traspasar una línea roja –se han cruzado tanto que la expresión ya no tiene sentido– es una inmoralidad respecto a la justicia equitativa, y un acto poco constitucional. Un conspicuo socialista, Rodríguez de la Borbolla, empleaba palabras más gruesas: «Un golpe de Estado institucional». Espero, y hay razones poderosas, entre otras el compromiso de Barbón con Asturias, para que no se dé.
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