Serrat

TONI RODEROPERIODISTA

Domingo, 5 de diciembre 2021, 01:40

Joan Manuel Serrat anuncia despedida y algo se encoge en el corazón. Sabe una que su adiós es también un vuelco temporal, el suyo propio. ... La nostalgia comienza a hacer de las suyas, aunque el mismo cantautor huya con sensatez de ella. Huir de la melancolía, que no es igual que la nostalgia, procura calorcillo al cuerpo, protección al alma. Dicen que con la edad es mejor, incluso, practicar cierta ironía vital para no caer en un pozo hondo y oscuro.

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Pero yo soy nostálgica y melancólica por herencia, y esa característica que no delata una prueba de ADN me define más que cualquier otra carambola genética. Serrat se irá cantando lugares, amarrando asuntos pendientes con sus seguidores, riéndose del tiempo y, seguramente, de la tristeza. En la entrevista con Juan Cruz dice que ha tenido buena vida y que, como indica el Eclesiastés, hay un tiempo para cada cosa. No sé si se van los mejores, pero, desde luego, se están yendo los míos. Una madrugada de junio brindamos por aquel concierto tan hermoso y ya solo estamos tres de aquellos siete. No logro recordar que fue lo que nos unió, si amistades comunes, si trabajo, si casualidad nocturna, pero quedamos para siempre en mi memoria atados a Serrat y a una noche de risas.

Despedirse cuesta mucho, en algunos ámbitos cuesta tanto que nadie lo hace. Los artistas suelen preferir seguir tirando del escenario, aunque su público natural ya no pueda ir a verlos. Otros tienden a ocultarse y hay quien prefiere aparecer y desaparecer como un Guadiana existencial. Serrat se va con esa elegancia natural que tan poco puntúa ahora; con la sonrisa bien puesta y la voz engrasada para las despedidas. Mi niñez seguirá jugando en su playa.

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