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GASPAR MEANA

Sospechosa neutralidad

La derecha sigue sin despegarse de forma contundente de la dictadura criminal

Viernes, 11 de noviembre 2022, 21:49

Es tan vergonzoso como inconcebible que nuestra democracia haya necesitado cuarenta y cinco años para retirar consideraciones y honores a personajes como el fascista Queipo ... de Llano, autor de miles de ejecuciones de civiles. Una retrasadísima Ley de Memoria Democrática ha expulsado por fin sus restos de la Basílica de la Macarena de Sevilla, donde se les rendía pleitesía y cobijo. ¿Se imaginan que el criminal Goebbels, ministro de Hitler, hubiera permanecido enterrado hasta el día de hoy en la catedral de Santa Eduvigis de Berlín? Claro que no. Resulta inconcebible. Es muy vergonzoso que nuestros representantes soberanos hayan tardado tanto en actuar legalmente contra semejante iniquidad. Me entristece tanta condescendencia con quienes despreciaron la vida humana y profanaron la democracia. ¿Por qué tanta gente de la derecha sigue cuestionando aquellos hechos tan desgraciados como incontestables en los que un parlamento y un gobierno elegidos por el pueblo fueron combatidos hasta la muerte por los militares 'salvadores de la patria', bendecidos por el destino y por Dios? ¿Por qué no se atreven a condenar alto y claro a una dictadura fascista que torturó y asesinó impunemente?

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«No me importaría matar a media España si tal fuera el precio a pagar para pacificarla», gritaba Franco con su voz de alambre. «Hay que sembrar el terror, hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros», decía el general Mola. «Hay que borrar del diccionario las palabras perdón y amnistía», explicaba Queipo. Ahí están los documentos sonoros. Los golpistas fascistas tumbaron la democracia y se mofaron de ella durante cuatro décadas. La dictadura franquista fue un periodo oscuro de acoso a los vencidos, de torturas sin límite, de privación de libertades y de numerosos crímenes sin castigar. A esto, el líder de los conservadores, en un desprecio soez a las víctimas y a la historia, lo llama peleas de abuelos. Las víctimas, a través de sus familiares 'vivos', siguen esperando reparación. La Iglesia y algunos de sus jerarcas extendieron palios de paños calientes sobre los fascistas criminales, bendijeron sus tropelías y enterraron en lugares de privilegio sus bienaventurados cuerpos.

No existe la neutralidad con respecto al franquismo fascista, como no existe frente al nazismo o al estalinismo. La democracia no sólo se sostiene por la voz del pueblo. También son importantes los símbolos. Esto lo supieron interpretar perfectamente los alemanes. La democracia no se puede permitir ni una sola placa, ni un simple homenaje, ni el más tímido reconocimiento a los partícipes de la dictadura fascista. La guerra (provocada por quienes no aceptaron la voz del pueblo en las urnas) fue una barbarie injusta, pero durante cuarenta años de dictadura y otros tantos de democracia a muchos de los responsables del genocidio se les rindió y se les rinde homenaje, y miles y miles de sus víctimas siguen clamando reparación.

Los audios de las arengas de Queipo de Llano deberían avergonzar a cualquier ciudadano de bien. Sin embargo, algunos representantes de la derecha exhiben benignidad o intentan mirar hacia otro lado. La tibieza del líder conservador y su sospechosa neutralidad, ese esquivar constante una condena incondicional de la dictadura y sus crímenes, esa condescendencia con la época oscura de las torturas y la privación de libertad, esa admiración entrevenada de ciertas figuras franquistas, es atemporal e incomprensible. ¿Existirá tal vez en algunos una patológica e inconsciente dependencia emocional de aquellos a quienes en el fondo consideran sus padres políticos? El ocuparse de las reparaciones de tantos seres humanos, de tantos españoles asesinados y arrojados miserablemente a las cunetas, es una exigencia democrática ineludible para que esta nación recupere su orgullo. La izquierda, hasta ahora, ha sido pusilánime y cobarde, y la derecha continúa sin despegarse de manera contundente y definitiva de aquel golpe ilegítimo, de la dictadura criminal y, sobre todo, de sus protagonistas.

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Es triste escuchar al líder conservador, con esa media sonrisa de advenedizo, proclamar, ante la exhumación legal del cadáver del fascista, que esa no es su preocupación, que su preocupación son los vivos, como si los familiares que exigen reparación no estuvieran vivos. Y amenaza con derogar la Ley de Memoria Democrática, es decir, que está en contra de actuaciones como la exhumación reciente. No lo hará, porque la derecha, siempre hundida en contradicciones identitarias, amenaza con derogaciones que nunca se producen (divorcio, aborto, matrimonios igualitarios, permisos de paternidad, listas paritarias, eutanasia y otras muchas). Amenaza y luego se olvida y disfruta de esos derechos. Le aconsejo al líder conservador la lectura de El Rey Lear (una lectura real, no una apresurada consulta wikipédica, como hizo con 1984 de Orwell) para que entienda que nunca es demasiado tarde para librarse de ignorancias, indiferencias o sospechosas neutralidades.

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