¿Qué ha supuesto la covid-19?
A lo largo de los últimos doce meses, hemos tenido que abordar un virus inédito, sumamente contagioso y altamente letal, el SARS-CoV-2, que ha dejado luces y sombras en los ámbitos de la ciencia y la salud pública
A lo largo del último año la humanidad se ha enfrentado a un virus inédito, el SARS-CoV-2, sumamente contagioso, muy agresivo y altamente ... letal. Se detectó por primera vez en Wuhan, China, asociado a una serie de casos de neumonía atípica severa que pronto fueron caracterizados como una nueva enfermedad llamada covid-19 y que llevaron a que se tomasen medidas draconianas para tratar de contenerlo. Esta situación se produjo unas semanas antes de que esta situación fuese declarada por la OMS como una emergencia de salud pública de preocupación internacional y de que se extendiese por todo el orbe y diese lugar a una pandemia de vastas proporciones.
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Ya habíamos tenido en las últimas dos décadas un par de episodios significativos de salto de especies animales a humanos de otros dos tipos de coronavirus que produjeron patologías severas de alta contagiosidad y mortalidad, el SARS y el MERS. Por fortuna, en ambos casos, la situación pudo controlarse antes de que las epidemias surgidas alcanzaran proporciones pandémicas.
Pero esta vez se produjo la pandemia más ominosa del último siglo que alcanza ya una cifra de 118 millones de contagios registrados en todo el mundo, ha causado un intenso sufrimiento directo e indirecto, ha golpeado fuertemente la actividad económica y social, ha afectado notablemente la movilidad, ha producido millones de fallecimientos y ha generado en numerosos países dramáticos colapsos asistenciales que han puesto a los sistemas sanitarios al límite de su capacidad.
No hay duda de que se logró avanzar rápidamente en la secuenciación del genoma del virus y eso permitió desarrollar con prontitud pruebas diagnosticas sensibles y específicas. Ciertamente eso ayudo también a que los esfuerzos en torno al desarrollo de vacunas hayan caminado en tiempo récord, lo cual ha posibilitado llegar, un año después, a contar con alrededor de media docena de vacunas eficaces y seguras que hacen posible ir avanzando en la protección de las personas contra la severidad de la enfermedad y el riesgo de muerte por covid-19, si bien aún no son asequibles para todos los países ni están distribuidas equitativamente.
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En cambio ha tomado demasiado tiempo el establecer con claridad los mecanismos de transmisión, especialmente en aceptar que los contagios se producían no solamente a través de goticulas de saliva sino también por aerosoles y sistematizar con claridad el uso de la mascarilla como un factor fundamental de protección.
La evolución de la pandemia ha revelado también los paradigmas clínicos y epidemiológicos en los que estaban basadas las recomendaciones técnicas para controlar epidemias y pandemias de enfermedades transmisibles respiratorias. Particularmente significativo ha sido el reconocimiento un tanto tardío del hecho de que existe una enorme transmisión silenciosa por personas infectadas que son asintomáticas positivas y que ello obliga a hacer muchas más pruebas diagnósticas para diagnosticar tempranamente la infección, y a realizar rastreos retrospectivos más exhaustivos y aislamientos eficaces para romper las cadenas de transmisión y evitar la transmisión comunitaria extendida. También ha sido notable la enorme fragilidad de las personas mayores ante esta nueva enfermedad y la dramática letalidad que alcanza proporciones pasmosas en los mayores de 75 años y el enorme impacto de la enfermedad sobre la asistencia sanitaria generando una gran presión asistencial
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La realidad ha superado los escenarios imaginados para posibles pandemias y las previsiones iniciales con relación a la covid-19. La pandemia nos ha mostrado que, en un mundo globalizado en el que el trasiego de personas es enorme, una epidemia severa de transmisión respiratoria y alta contagiosidad se extiende a una velocidad inimaginable.
También ha quedado claro que esto requiere acciones drásticas para contener su diseminación, mas eficaces cuanto más tempranas. Necesitamos tener más capacidad anticipatoria, más acciones colectivas de carácter vinculante, mejor preparación pandémica, mejores planes de contingencia y una mejor gobernanza internacional, europea y nacional para este tipo de situaciones.
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Nuestras sociedades no parecen haber internalizado suficientemente que buena parte del éxito depende también de la responsabilidad individual y social. Nos hemos quedado cortos en el compromiso de protegernos y proteger a los demás como parte de un ejercicio real de solidaridad. Y no hemos sabido poner en práctica una comunicación y una pedagogía social efectivas para revertir estas tendencias.
Para la ciencia y para la salud pública esta pandemia ha supuesto luces y sombras. Ha desatado avances rápidos y significativos en la investigación científica pero aún nos falta mucho por conocer y sobre todo por aprender para traducir e internalizar el conocimiento en acciones eficaces de amplio espectro social que contengan el avance del virus.
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Daniel López Acuña es epidemiólogo y exdirector de Acción Sanitaria en Crisis de la OMS.
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