El secreto de esto tan extraño que es la vida se nos va revelando a medida que pasa el tiempo, cuando empieza a no servirnos ... de gran cosa. Y da igual que una vez imbuidos de esa revelación nos apresuremos a contársela a las generaciones que nos siguen. No van a tomar en serio nuestras afirmaciones, del mismo modo que nosotros nos empeñamos en enrocarnos en nuestra soberbia de entonces, porque quién va a saber de nuestra vida más que nosotros mismos.
Publicidad
Y un día nosotros, que ayer mismo éramos jóvenes y nos creíamos invencibles, nosotros, que nos creemos a salvo de lamentaciones porque hemos tenido una vida sin grandes errores, nos sorprendemos diciéndonos aquello que oíamos o leíamos a los mayores y que nos parecía tan ajeno: si ahora pudiera volver atrás, si viviera de nuevo mi vida, lo haría todo de otra manera. Me preocuparía menos por según qué asuntos, disfrutaría de todo lo que se quedó siempre en segundo plano, siempre para después. Evitaría a determinadas personas y pasaría mucho más tiempo con otras que parecía que siempre iban a estar y resulta que no.
Vivimos siempre pensando que habrá tiempo para otras cosas: acumulamos libros que (abandonad toda esperanza: no hay tiempo material) no leeremos. Tampoco visitaremos todos esos lugares ni haremos esos viajes. Ni siquiera tendremos tiempo suficiente para todos los abrazos ni para todas las conversaciones. Hasta las risas nos quedarán en la columna del debe, porque perdimos mucho tiempo componiendo rictus de seriedad, convencidos de que no era el momento. Vivimos constreñidos por el sentido del deber, por el peso de la culpa, por la autoexigencia. Nada estaba suficientemente bien y siempre debíamos esforzarnos un poco más, aunque nunca entendimos del todo para conseguir qué.
Si ahora pudiéramos vivir otra vez, nos tomaríamos con más calma las hipotecas y abrazaríamos más a nuestros niños. Y no, no era cierto que hacer dieta fuera necesario: la prueba está en que pasan las décadas y seguimos teniendo que hacerla. Mirar la lluvia tras la ventana no era perder el tiempo, cantar a grito pelado no era una tontería, no es cierto que no estuviéramos a la altura de lo que se nos exigía y no era necesario sacrificarnos y sacrificar tantas cosas. Tampoco era necesaria esa carrera absurda para conseguir más dinero, porque con menos también se vivía, los coches no nos hicieron más felices y los armarios repletos de ropa que apenas nos hemos puesto, son testigos de lo innecesario.
Publicidad
Si ahora pudiéramos vivir otra vez, si pudiéramos volver atrás, sabríamos que éramos mucho más guapos de lo que creíamos (¿o acaso no nos lo dicen las fotos de entonces cuando las miramos y nos apresuramos a compartirlas en las redes, orgullosos de la belleza perdida?) y no hacía ninguna falta ponernos un jersey anudado a la cintura, que anda que no estábamos estupendas ni nada y todo eran complejos.
No vamos a tener la oportunidad de vivir otra vez y nadie va a hacernos caso: seguirán cometiendo los mismos errores, atrapados por las mismas o por otras angustias y solo cuando lleguen a habitar este territorio de la lucidez inútil de los años cumplidos repetirán, a un auditorio igual de indiferente, estas mismas frases, estas mismas certezas.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión