Aquí una tonta del mercado regulado que paga más por la luz porque quiere. Ya saben, me levanto por la mañana toda feliz (los tontos ... somos más felices por eso de la inconsciencia) y pienso: voy a ver cómo pago lo máximo posible en energía. Intentaré cambiarme al contrato que peor me vaya, no voy mirar ninguna oferta y, desde luego, en qué cabeza cabe cosa contraria, desecharé todo lo que me beneficie. Seguro que ustedes también lo hacen. Confiesen. ¿Por qué pagar menos cuando podemos pagar más y ser tontos junto con los otros diez millones de españoles que, como nosotros, están en la tarifa regulada? Si es que es de cajón. De pino en nuestro caso, el de los tontos; y de oro o diamantes o sangre del último dinosaurio que habitó la Tierra, en el caso del individuo que nos ha llamado tontos.
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El sujeto en cuestión es Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola. Un hombre que el año pasado cobró 13,2 millones de euros, lo que viene a ser, para que nos entendamos, según han calculado algunos expertos, unos 36.000 euros al día. Es decir, lo que otros ganan en años -el SMI en nuestro país es de unos 14.000 euros anuales antes de impuestos y cotizaciones, esto es, brutos-, este tipo lo gana en 24 horas. Pongo 24 horas en lugar de ocho porque supongo que en su contrato, junto a la cláusula que le libera, presumo, de sufragar gasto energético alguno al ser miembro de la compañía, irá incluida la de dedicación absoluta. Qué menos, ¿verdad? Disponibilidad total que le hará consagrarse en cuerpo y alma a la empresa como un auténtico devoto. A 1.500 euros la hora, según estimaciones, no se puede esperar menos. ¿Los minutos? Ya voy. 25 euros el minuto lo que nos da que cobra más de 40 céntimos el segundo.
Por 40 céntimos el segundo, díganme trabajos que todo un presidente de una compañía eléctrica puede hacer a lo largo de su jornada laboral como, por ejemplo, llamar tontos a sus clientes durante un foro económico -comida, desayuno, almuerzo o tentempié, como lo quieran llamar-, junto a otros que le aplauden, incluso efusivamente, cuando nos insulta.
En fin. A 40 céntimos el segundo nos llama tontos y, encima, si somos honestos y realistas, el figura tiene razón. Lo somos. Tontos. Tontos y no por nuestra tarifa, sino por permitir que empresas como esta ganen dinero a espuertas empobreciendo a los ciudadanos. La pobreza no solo se genera a través de salarios miserables y explotación laboral. Tontos porque dejamos que nuestros políticos prometan que van a solucionar el problema y luego miren para otro lado. ¿Por qué? Los hay que lo hacen por presión y también otros que lo hacen por una cosa llamada puertas giratorias.
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Cómo nos indignamos cuando ocurre esto de las puertas. Hay que ver. El grito en el cielo ponemos. ¿Se acuerdan cuando Antonio Miguel Carmona se fue a Iberdrola como vicepresidente? Hasta su partido, el PSOE, renegó de él, pero solo es un triste ejemplo más de las famosas puertas. Elijan partido y busquen. No obstante, da igual cuánto gritemos y nos enfademos en un momento dado, porque todo se quedará en agua de borrajas o, mejor, hoy en día y visto lo visto, en agua desembalsada indiscriminadamente de pantanos sin consecuencia alguna. Nunca hay consecuencias.
Así, este personaje, que la Audiencia Nacional mantiene como imputado por el caso Villarejo, puede cobrar esa cantidad de dinero y llamarnos tontos; puede reírse del país y sus dirigentes y, en realidad, incluso de la propia empresa a la que representa, sin que ocurra nada porque nos hemos convertido en un país conformista. Y una cosa les digo, el conformismo lleva al sometimiento y este, al final, al populismo más zafio.
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