En marzo pasado cumplió 20 años la ley que creó el Consorcio de Transportes de Asturias. Vistos los resultados de su actuación con la adecuada ... perspectiva histórica, da la impresión de que fue una buena idea su puesta en marcha, a pesar de que el Ayuntamiento de Oviedo, capital de la comunidad autónoma y, además, por su situación geográfica un municipio clave en las redes de transporte de viajeros de la región, no se integró en el organismo hasta diciembre de 2014, otra demostración de cómo entendían y entienden las cosas de la vertebración regional los dirigentes políticos del concejo ovetense. El Consorcio dio a conocer anteayer que se establecen 26 nuevas líneas de autobús para mejorar las comunicaciones entre las zonas rurales de la región. Entre las novedades figura un enlace directo Cangas de Onís-Gijón, muy reclamado por el vecindario cangués, que por fin ha visto satisfecha su insistente petición. Sin duda, la implantación de servicios como este constituye un acierto, porque es la respuesta a una demanda derivada de una necesidad real, que de este modo queda satisfecha. Y todo ello sin perjuicio de que al implementarla puedan surgir aspectos mejorables -horarios, frecuencias- que aconsejen alguna modificación en las prestaciones. Es chocante, sin embargo, que en el mismo paquete de novedades figure el establecimiento de nuevos servicios de transporte de viajeros por carretera entre Pravia y Avilés, Piedras Blancas y Avilés y, lo más llamativo, entre Avilés y Gijón. Entre esas poblaciones hay tren, el ancho métrico de Renfe, los antiguos Ferrocarriles de Vía Estrecha, Feve. Los exFeve participan en el consorcio, pero sus instalaciones -vía, material móvil, estaciones- se encuentran en un estado deplorable. En lugar de presionar desde dentro del Consorcio de Transportes de Asturias para que el Estado asuma su obligación de mantener y mejorar las líneas férreas de ancho métrico, se decide favorecer el transporte por carretera. En este caso, la nueva oferta es de viajes de 20 minutos de duración en autobús desde Gijón a Avilés o viceversa, mientras que en tren no se realiza el trayecto entre ambas poblaciones en menos de tres cuartos de hora (un minuto más, en el sentido Gijón-Avilés). En estas condiciones, por muy amante que sea del tren, resulta coherente que el viajero opte por el autobús y deserte del ferrocarril. Crecerán así el deterioro en la prestación del servicio y, por ello, el descenso de viajeros, en una diabólica espiral que puede llevar a la clausura de líneas. No hace falta señalar a los beneficiarios de esta política de transportes, que subordina los intereses generales a los particulares de un potente grupo de presión. El resultado es menos tren, más autobús. No se impulsan iniciativas como la que afecta a la línea Gijón-Cudillero, de exFeve, donde estaba prevista la duplicación de vía entre Aboño y Trasona, lo que permitiría ganar una gran cantidad de tiempo en el trayecto entre Avilés y Gijón. Y el trazado de esa línea pasa a un kilómetro en línea recta del aeropuerto de Asturias, con el enorme potencial que ello significaría para establecer un cómodo enlace por ferrocarril entre las instalaciones aeroportuarias y Piedras Blancas, Avilés, Candás y Gijón (pero no con Oviedo, lo que explicaría que esa posibilidad no despierte entusiasmo en el entorno del campo de San Francisco).
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Y, en fin, estos días ha habido otra novedad que afecta a las líneas férreas de ancho métrico en Asturias: han incorporado el sistema ASFA (anuncio de señales y frenado automático) una mejora que produce retrasos notables en los viajes. Visto desde fuera, incomprensible. No estaría de más que Renfe o el Consorcio de Transportes explicaran lo que para los no iniciados, los no expertos, el viajero corriente, se antoja inexplicable.
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