Bajo el álamo

Pienso que la falta de cuestionamiento, tanto de forma individual como colectiva, es una de las claves por las que los argumentos populistas triunfan en nuestros días

¿Preguntan mucho? Yo sí. Lo hago. Me gustan las preguntas porque las considero el camino prefecto para llegar a un mayor conocimiento sobre cientos ... de temas. Miles en realidad. Todos, tal vez. Desde los más sencillos o los más complejos; desde cosas que se pueden considerar insignificantes a otras de mayor calado, tanto personal como socialmente. Todo está en las respuestas a las preguntas que seamos capaces de hacernos.

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La rutina diaria nos ha vuelto perezosos a ese respecto porque funcionamos, en demasiadas ocasiones, por inercia, sin cuestionar nada a nuestro alrededor. También es cierto, negarlo sería un desatino, que no sólo es pereza y rutina, también hay miedo, vaya si lo hay, a obtener respuestas que pueden no gustarnos en absoluto. Que pueden doler. ¿Por qué sigo en este trabajo? ¿Por qué no cambio de ciudad? ¿Por qué hablo con estas personas? ¿Por qué nunca he viajado a tal lugar? ¿Por qué compré esta casa? ¿Por qué decidí tener hijos? ¿Por qué nunca cogí aquel tren? ¿Por qué decidí casarme? ¿Por qué… Sin preguntas, no hay respuestas conflictivas y, sin ellas, tampoco disputa interior. El autoexamen o la autocrítica desaparecen o, al menos, no molestan. Sin embargo, es fundamental hacernos preguntas para fomentar el crecimiento personal y saber así evaluar el 'yo' y, de este modo, también el 'otros'.

Al hacernos preguntas desafiamos nuestra comprensión actual y nos abrimos a nuevas ideas. Las preguntas nos permiten explorar los porqués y los cómos del mundo en el que vivimos y poner cada cosa en su lugar. Buscar las respuestas más allá de las réplicas superficiales y simplistas nos hará, de verdad lo creo, mejores.

Pienso que esta falta de cuestionamiento, tanto de forma individual como colectiva, es una de las claves por las que los argumentos populistas triunfan en nuestros días. En nuestro país y en muchos otros lugares del mundo. Cuestiones morales, humanas y espirituales de suma importancia que deberían -más de una y más de dos noches- quitarnos el sueño, relacionadas con las libertades y la igualdad, que se pasan por alto con tal de continuar llevando la misma vida. ¿Una buena vida? No lo sabemos porque no nos lo preguntamos.

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Damos por sentado hechos o creencias sin ni siquiera cuestionarlas. Creemos. Sin más. Nos hemos vuelto simples y crédulos. En uno de los momentos de mayor desinformación y proliferación de noticias falsas a los que hemos asistido, creemos. No preguntamos. Asentimos. No preguntamos. A veces, incluso defendemos esas posturas sin tener, en verdad, los conocimientos adecuados para hacerlo. Solo leemos titulares y consumimos vídeos de 30 segundos. Solo vemos la superficialidad de las cosas, la nadería, lo simple, sin profundizar en los temas para formar opiniones fundamentadas. Solo leemos por encima, vemos por encima y, al final, vivimos por encima.

Hace poco, de paseo por mi barrio, cerca de una zona arbolada, me crucé con un niño y su madre. Ambos con los móviles. Cabeza gacha. Mirada perdida. A su lado, ocho hermosos nogales. Pensé; «viven por encima. No han visto las futuras nueces». Yo veo esas nueces todos los días y pienso en el crecimiento del nogal. Pienso en sus hojas, en su altura, en su futura cosecha e incluso si serán muchos los vecinos con los que tendré que compartirlas porque voy a ir coger nueces este otoño. Lo pienso a la sombra de un álamo cercano. Desde allí me pregunto por el mundo porque me gustan las preguntas. Porque las preguntas me hacen más sabía. Porque las preguntas, en el fondo, me hacen más libre.

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