A. S. S., R. B. D., acusados de omisión de socorro, y J. C. C., procesado por la muerte de David Carragal, en el banquillo de los acusados detrás de los abogados de las defensas y la acusación particular, ayer, durante el inicio del juicio en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Oviedo. FOTOS: MARIO ROJAS
Juicio por la muerte de David Carragal

«Le di una patada y después eché a correr, no fue fuerte porque no quería causarle ningún daño»

La acusación particular sostiene en la primera sesión del juicio por la muerte de David Carragal que J. C. C. «sabía que el golpe podía ser letal»

ALBERTO ARCE

OVIEDO.

Martes, 16 de marzo 2021, 01:37

Siete horas y media. Ese es el tiempo que duró, ayer, en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial ante un jurado popular la primera jornada del juicio por la muerte de David Carragal, el profesor pixueto de 33 años que falleció el 17 de junio de 2019 al no superar sus heridas sufridas durante una agresión en las fiestas de La Florida seis días antes. El principal acusado, el llanisco que contaba con 18 años en el momento de los hechos, J. C. C., mantuvo su declaración inicial y aseguró que (a Carragal) «le di una patada y después eché a correr». Un golpe que, en todo caso, negó que hubiese impactado en la cabeza del profesor, tal y como sostuvieron tanto la acusación particular como el Ministerio Público, y sí «en una zona entre la muñeca y el hombro». «No fue fuerte porque no quería causarle ningún daño», sentenció.

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El joven se enfrenta a 16 años de cárcel por un delito de asesinato y 200.000 euros de indemnización como le pide la acusación particular, ejercida por Gabriel Bernal; mientras que la Fiscalía le reclama 11 años por un homicidio doloso y 100.000 euros de indemnización; y la defensa, que representa Gabriel Cueto, la libre absolución del procesado, tras calificar lo ocurrido de «homicidio imprudente». Sus dos amigos, que le acompañaban la noche en la que Carragal fue agredido, se sentaron junto a él en el banquillo, pero acusados del delito de omisión de socorro por parte de la acusación particular.

El principal acusado continuó con su declaración: «Yo no creo que le hubiese dado en la cabeza ni nunca antes había reaccionado de esa forma. Fue un movimiento involuntario, un reflejo», aventuró el joven, entonces futbolista, y que lleva ahora veintiún meses en prisión provisional. «Ojalá no hubiese reaccionado así», abundó. Según su versión, la disputa con Carragal se había iniciado después de que este «amenazase» a sus dos amigos, que iban ligeramente más retrasados que él en el camino de salida de la fiesta, al grito de «como la sigas mirando os voy a rajar». El fallecido iba en compañía de dos amigas, ambas enfermeras de profesión. «No vi que sacase una navaja ni un arma, vi que levantó el brazo cuando discutían, pero no lo vi intentar dar un puñetazo. Jamás pensé que la patada pudiese causarle la muerte», respondió al Ministerio Fiscal.

La fiscal, sin embargo, volvió a exponer que el altercado entre los dos grupos, que terminó con Carragal tendido en el paso de cebra a la altura del número 58 convulsionando después de recibir la patada y darse un fuerte golpe contra el suelo, se produjo instantes después de que los tres procesados se acercasen al grupo del profesor «muy pesados pidiendo tabaco y mechero».

Los dos días posteriores al suceso, mientras la víctima se encontraba en el HUCA en estado grave, los tres amigos comentaban por WhatsApp lo ocurrido la noche de la agresión, tal y como transcendió ayer en el juicio. «Yo me acuerdo de estar viéndolos, le di una patada y nos fuimos», aseguraba el principal acusado. «A sobar, amigo, jajaja», manifestaba en otro mensaje en el que presuntamente se jactaba de cómo el maestro había quedado inconsciente. Incluso llegó a escribir «a ver si nos pillan», después de que este diario comenzase a revelar los avances de la investigación policial.

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Durante la exposición del escrito de acusación particular, Bernal instó al jurado popular a utilizar el «sentido común». Y es que, en sus palabras, «para el derecho y para el sentido común quien da una patada así en la cabeza sabe que puede ser letal. La defensa les va a tratar de convencer de que solo fue mala suerte, pero no fue así».

Los tres jóvenes se entregaron a la Policía el mismo día que falleció el maestro, de 33 años, casi una semana después de la supuesta pelea. «Llevaba desde las diez de la noche bebiendo y eran las cinco de la mañana. Nunca me había visto en algo así, vi a David desestabilizarse, pero no llegar a caer», aseveró el principal acusado. «¿Por qué no se entregaron antes?», le preguntó la fiscal. «Porque no teníamos claro que fuésemos nosotros», contestó. A su letrado, Gabriel Cueto, le explicó que «yo en ningún momento supe que la Policía me estaba buscando».

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Asimismo, Cueto expuso que la intención real de su defendido al lanzar la patada no era causar daño a Carragal, sino «apartarle», que «huyó, sí, pero pudo ser por miedo», y que, en definitiva, «en muchas ocasiones ocurren malentendidos». Solicitó la libre absolución del llanisco, proclamó el 'in dubio pro reo' y advirtió que «existen atenuantes de confesión (por haberse entregado) y de reparación del daño (por haber abonado 20.000 euros en concepto de responsabilidad civil)». «Su familia es de clase media».

Al final, le preguntó si aquella noche, antes de darle la patada al maestro, había consumido alguna sustancia estupefaciente. «Solo estaba bebido, no recuerdo haber tomado otra sustancia. Nunca me he drogado», aventuró. «Bueno, con 16 años fumaba marihuana, pero ese día no», terminó el joven, que se acogió a su derecho de no contestar a la acusación particular.

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Después llegaron las testificales de sus dos amigos, asistidos por los abogados Sergio Herrero y José Joaquín García. R. B. D. señaló que todo empezó cuando querían coger un autobús en la Florida para continuar la fiesta en la calle Mon. «Iba caminando con la capucha puesta y de pronto él (Carragal) me miró y me dijo: 'qué miras'. No entendía nada, tenía miedo, pero le contesté: 'cómo que qué miro'». Después, A. S. S. se puso «a mi lado» y «discutimos unos diez segundos». En comisaría había asegurado, en cambio, que en ese instante el llanisco se interpuso entre ellos y le dio una patada en la cabeza a Carragal. «Si dije eso, me retracto». «Apareció por mi derecha y le pegó desde el hombro hacia arriba, pero decir dónde impactó justamente es imposible», clamó. A. S. S. argumentó que el fallecido «nos amenazó con que nos iba a rajar» y que «vi a J. C. C.por el rabillo del ojo lanzar la patada», aunque tampoco supo precisar en qué zona le alcanzó.

«La clave» del juicio

El letrado de la familia sostuvo que la muerte de Carragal se debió a la patada, «que le provocó un hematoma en la cabeza y una fractura craneal de siete centímetros», y no a la caída contra el suelo. Algo que Cueto negó al tiempo que confirmó que «la clave» del juicio reside en el «contragolpe». «La lesión por contragolpe fue la causante del fallecimiento y no la patada. Para que esto exista la cabeza debe estar en movimiento, pero estaba estática, y la patada jamás podría producir esta lesión». Hoy declaran las dos mujeres que acompañaban al maestro.

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