La desinformación y los bulos, un riesgo mayor que el que presenta el coronavirus

mauricio-josé schwarz

Domingo, 26 de enero 2020, 03:13

El coronavirus aparecido en China que hoy preocupa a la comunidad médica viene acompañado, al parecer, de un peligro aún mucho mayor que el que presenta para la salud: el de la desinformación y la difusión de bulos, algunos de ellos incluso interesados, destinados a fomentar el miedo, la desconfianza y las reacciones poco razonables.

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Esta variedad de coronavirus preocupa porque provoca una grave neumonía con fiebre, tos, falta de aliento, dolor corporal, garganta irritada, vómito, diarrea y posiblemente la muerte, lo que ocurrió en al menos 20 de los primeros 500 casos reportados, suficientes para disparar las alarmas.

Hace diez años, una mutación del virus de la gripe H1N1, denominado 'gripe A', provocó graves preocupaciones entre la comunidad médica por su aparente facilidad de contagio y alta mortalidad. La Organización Mundial de la Salud emitió una alerta: podía producirse una pandemia que causara un número elevado de muertes. Se expidieron recomendaciones sobre lo que los gobiernos podían hacer para proteger a su población en caso de que se produjera el contagio masivo.

Pero nadie sabía, nadie podía saber, si se iba a producir la emergencia que, de hecho, no se produjo, pero dio pie a todo tipo de teorías conspiranoicas descabelladas, desde que era un virus «hecho en laboratorio» para reducir significativamente la población humana hasta que las recomendaciones de la OMS estaban destinadas a darle negocio a los fabricantes de las vacunas y antivirales que se recomendaba acopiar en caso de necesidad. Era como recriminarle a los bomberos que obligaran a instalar extintores y aspersores porque «nunca hubo un incendio y solo querían darle negocio a los fabricantes de extintores y aspersores»… o algo así.

Diez años después, la aparición de un virus de otra familia, la de los coronavirus, vuelve a producir preocupación entre la gente y lleva a la OMS a considerar nuevamente la posibilidad de declarar una emergencia de salud a nivel mundial. Los coronavirus no son 'nuevos' en ningún sentido. Fueron descubiertos a mediados de la década de 1960 en el cultivo de una muestra tomada de una persona que sufría un resfriado común, catarro o constipado, y pronto se descubrió, contagiando a voluntarios, que era precisamente el causante –o uno de los causantes– del resfriado común. El nombre que se dio a su familia, coronavirus, se refiere precisamente a los picos o espigas que tiene en su superficie, visto al microscopio, y que asemeja una corona.

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Desde su descubrimiento, se han identificado siete variedades capaces de producir resfriados, así como otras dos responsables de infecciones respiratorias más graves, como diversos tipos de pulmonía o neumonía. Dos infecciones graves de variedades de coronavirus en este siglo han sido el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) que apareció en Asia en 2002 infectando a unas 8.000 personas, de las cuales murieron alrededor de 800, y el síndrome respiratorio de oriente medio (MERS) identificado en 2012 en Arabia Saudí, que hasta ahora ha provocado unas 2.500 infecciones con una elevada mortalidad del 34% de los afectados.

La nueva variedad de coronavirus que hoy es motivo de preocupación ha sido llamada por los científicos 2019-nCoV, aunque a nivel popular se le conoce como 'coronavirus de Wuhan', por la ciudad china en la que apareció, en un mercado de productos del mar donde al parecer se comerciaba con animales salvajes de manera irregular, lo que hace sospechar que en estos productos se encuentra el origen del virus.

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Lo que se sabe del 2019-nCoV es insuficiente para valorar el peligro que representa. Hasta hace unos días no era claro si era posible el contagio de una persona a otra, que ahora se ha confirmado, pero queda la duda de cuán fácil es esa transmisión, es decir, si basta un contacto casual con una persona infectada para que cualquiera adquiera la enfermedad o es necesario un contacto prolongado o tener cierta predisposición para enfermar, porque la facilidad y eficiencia del contagio son aspectos clave para saber si puede producirse o no un brote epidémico.

La gravedad de las infecciones y su probable mortalidad tampoco se han podido calcular con precisión, de modo que las decisiones tomadas por las autoridades dependen de una valoración siempre especulativa. Por cautela, por ejemplo, China ha cerrado el acceso a Wuhan y otras ciudades en un intento de contener al virus, pero ya se han identificado casos en EE UU, Corea del Sur, Japón, Tailandia, Francia y otros países.

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En todo caso es extraordinario lo mucho que sabemos de este nuevo virus en tan poco tiempo. El desarrollo científico ha permitido que su secuencia de ADN fuera identificada con una rapidez sin precedentes. Conocer sus rasgos ha permitido a los investigadores saber que esta variedad está emparentada con una que infecta comunmente a murciélagos, aunque otros animales pueden transmitir este tipo de infecciones. El coronavirus del SARS, por ejemplo, también es común entre murciélagos, pero probablemente fue contagiado a humanos por civetas. La identificación de las causas de otras enfermedades como el SARS, el ébola o el zika y la secuenciación de su ADN en el pasado tomaron meses e incluso años.

De hecho, para este momento se está ya en las primeras etapas del desarrollo de una vacuna y la empresa que desarrolló el tratamiento del ébola está trabajando en un tratamiento para el coronavirus de Wuhan mientras científicos de diversas disciplinas en todo el mundo trabajan para conocer a fondo el virus y sus efectos a fin de combatirlo con efectividad.

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Todo lo cual podría ser tan innecesario como las vacunas y antivirales acopiados en prevención de la epidemia de gripe A que nunca ocurrió.

Y, precisamente por eso, también conviene desconfiar de quienes afirman saber más que quienes están en la línea de combate contra las enfermedades infecciosas, y pretenden atraer nuestra atención e invocar nuestras emociones en lugar de esperar a que sea el conocimiento de los hechos el que determine el mejor curso de acción para protegernos en lo individual, como sociedad y como especie.

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