Fiestas clandestinas, gimnasia en grupo, excursiones al monte, cenas con la abuela… Las sanciones impuestas en Asturias
La Policía y la Guardia Civil se han encontrado en Asturias con todo tipo de situaciones curiosas, y delictivas, durante su tarea de controlar el cumplimiento del estado de alarma
elcomercio.es
Lunes, 13 de abril 2020, 02:10
Desde que hace un mes los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil iniciaron su labor de controlar el cumplimiento del estado de alarma en Asturias se han encontrado todo tipo de situaciones delictivas. Complejas algunas y de lo más curioso otras, de todo se ha producido. El 4 de abril, por ejemplo, la Policía actuó en Oviedo por una concentración irregular de personas. Cuando los agentes llegaron al patio interior de la calle Santa Susana se encontraron a un grupo de vecinos haciendo gimnasia que resultaron apercibidos porque la norma prohíbe el uso de espacios comunes de las viviendas sin causa justificada. Hubo incluso quien alegó que se dirigía a visitar a la novia cuando fue sorprendido con hachís y quien alegó como justificación que se dirigía a cenar con su abuela.
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Más de medio centenar de locales han sido estos días sancionados por permanecer abiertos pese al decreto de cierre. Lo hacían de forma clandestina y algunos incluso habían tomado precauciones para evitar ser vistos. Es el caso de un bar del barrio de El Llano, en Gijón, en cuyo interior la Policía Local sorprendió el pasado 17 de marzo a ocho personas, algunas de ellas en posesión de sustancias estupefacientes. El establecimiento, que se encontraba a escasos cien metros de la Jefatura de Policía Local había sido cubierto con cartones, intentando disimular la actividad en su interior. Algo similar ocurrió el 27 de marzo en Oviedo, donde la Policía Local abortó una fiesta clandestina en un local de la calle Valentín Masip. Los hechos se produjeron poco antes de las 23.00 horas, cuando una llamada de un ciudadano alertó al servicio municipal de que había personas entrando en un bar de la citada calle y que se escuchaba lo que parecía música procedente del mismo. Las patrullas comisionadas al lugar comprobaron que el bar parecía cerrado. Las luces estaban apagadas y no se veía a personas en la parte delantera del local, pero que en efecto se escuchaba música. Una vez que accedieron al interior descubrieron, sin embargo, que la fiesta estaba montada en la trasera del bar, que estaba abierto y sirviendo consumiciones al puñado de clientes que se encontraban allí, un total de media docena más el dueño del local.
Desde el comienzo del estado de alarma se han registrado casos en los que algunos de los sancionados se han resistido a serlo o han intentado agredir a agentes de la autoridad por ello. En este apartado destacan varios casos en Gijón, como el hombre que el pasado 19 de marzo tosió sobre varios policías e intentó huir para no ser multado por romper el confinamiento. También el vecino de Gijón que, tras ser sorprendido en el Solarón paseando a su perro de raza potencialmente peligrosa sin bozal ni correa, propinó un puñetazo al agente que le había pedido que se identificase al tiempo que profería toda clase de insultos. Posteriormente, intentó huir sin éxito, tropezando a los pocos metros debido a la irregularidad del terreno. También en Mieres, agentes de la Policía Nacional se vieron forzados el pasado día 16 de marzo, sobre las 11 horas, a identificar a una pareja que incumplían la orden de no transitar por la vía pública; es más, ambos vecinos caminaban uno junto al otro, contraviniendo otra orden establecida en el estado de alarma. Al ser requeridos por el cuerpo, estos se negaron a facilitar sus datos e increparon a los policías por lo que, finalmente fueron denunciados por un delito de desobediencia. Más grave si cabe fue el caso de un hombre de 54 años y con antecedentes penales que fue detenido en la localidad de Fontoria tras encararse con los agentes, a los que llegó a escupir.
También hubo quien dio alguna justificación de lo más curiosa. El lunes 6 de abril fueron detenidos dos jóvenes que «echaban mucho de menos» a sus novias. Uno de ellos viajó en taxi de Lugones a Oviedo con un kilo de hachís. Este joven de 20 años puso como excusa que la causa de su viaje era ver a su pareja, que la añoraba. La excusa no convenció a los agentes de la Policía Nacional que, tras identificarlo y cachearlo, le encontraron en la mochila un kilo de droga. Ese mismo lunes, los agentes detuvieron a otro joven que puso la misma excusa, que echaba de menos a su novia. «Voy a ver a mi novia porque la echo de menos», aseguró, e inmediatamente trató de darse a la fuga. Cuando le alcanzaron, propinó un fuerte puñetazo en la nariz a uno de los policías, que cayó al suelo. El agresor volvió a escapar hasta que fue detenido.
Un joven de Lena que alegó echar de menos a su abuela está ahora a la espera de juicio. Ocurrió el pasado cuando una patrulla, debidamente uniformada, observó al acusado cuando caminaba por una calle de Pola de Lena. Al interrogarle por el motivo de encontrarse en la vía pública, el hombre respondió que se dirigía a cenar a casa de su abuela, y añadió que ésta no es una persona dependiente. Los guardias civiles le informaron de que ese desplazamiento no estaba permitido y le requirieron en varias ocasiones para que regresara a su domicilio, en la misma localidad. El acusado se ausentó finalmente del lugar, después de llamar «chulos» a los agentes y de decirles: «Vergüenza os tenía que dar». Sin embargo, no se dirigió a su domicilio, sino que se encaminó nuevamente al de su abuela y entró en el portal, momento en que fue sorprendido por los agentes. Estos le ordenaron nuevamente que volviera a su casa, pero el acusado les replicó: «Haré lo que me salga de los cojones; vosotros no sois quién para impedirme ir a ver a mi abuela». Ante esta actitud, los agentes procedieron a su detención y tuvieron que reducirlo tras un forcejeo. La Fiscalía le pide nueve meses de prisión por un delito de resistencia.
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En el Oriente, algunos de los casos más curiosos se concentran en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Hasta en dos ocasiones fue localizado en el espacio protegido un vecino de Gijón. La primera de ellas, el sábado 28 de marzo, fue visto por la Guardia Civil desde el helicóptero y ante los agentes reconoció que llevaba acampado desde febrero y que era conocedor del estado de alarma decretado en todo el país. Recibió la pertinente denuncia, pero solo una semana más tarde, el domingo 5 de abril, el hombre era de nuevo interceptado por el Greim. Dio entonces la excusa de que había regresado en busca de material fotográfico que tenía guardado en una cueva cercana y tuvo que ser acompañado por los agentes hasta Cangas de Onís, ya que en Arenas de Cabrales repitió la intentona de regresar al Parque Nacional.
El primer lunes del estado de alarma y también en el concejo cabraliego la Guardia Civil interceptaba a una familia de Valencia, cuya autocaravana se encontraba estacionada al inicio de la ruta del Cares.
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En Llanes, un menor fue detenido el jueves 26 de marzo tras tratar de huir en coche de la Guardia Civil, a toda velocidad y por el centro de la villa. Carecía de permiso de conducir y terminó abandonando el vehículo para continuar la fuga a pie. Finalmente fue localizado en un garaje, donde trató de zafarse de los agentes propinándoles «puñetazos y patadas». Y en el mismo concejo efectivos del instituto armado sancionaban a una vecina de San Sebastián con segunda residencia en el municipio que se encontraba paseando a sus perros en una playa del entorno de Cue, a cierta distancia de su domicilio. En este caso lo peculiar fue la forma de detectar a la presunta infractora, desde un helicóptero, gracias al dispositivo de vigilancia de la costa oriental por el aire.
En el Occidente, un catamarán con bandera francesa entró en el puerto de Luarca el 2 de abril. Aunque el Real Decreto del estado de alarma no prohíbe expresamente la navegación de recreo, sí lo hace a la circulación por las vías de uso público para realizar dicha actividad, excepto para profesionales. Por ello, la Patrulla de Fiscal y Fronteras (PAFIF) de la Guardia Civil de Luarca se desplazó al puerto para inspeccionar la embarcación y proceder a identificar a sus ocupantes. En el catamarán viajaban cinco hombres de nacionalidad francesa que habían salido del puerto de Marsella el 13 de marzo, un día antes de la primera declaración del estado de alarma en territorio español. Durante dos días, la Guardia Civil de Luarca vigiló los movimientos de los tripulantes sin que ninguno incumpliese las advertencias y bajase a puerto.
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A pesar de lo curioso de muchos de estos incidentes, tanto las autoridades políticas como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han destacado que solo suponen un pequeño porcentaje dentro del mayoritario cumplimiento de las normas por parte de los asturianos.
Información elaborada por: Pablo Suárez, Paz Alvear, Andrea Arruñada, Lucía Ramos y Álex Fuente
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