Hartas de las princesas
Besos no consentidos, cambios físicos para atraer al hombre, una vida entera dedicada a limpiar... La mayor parte de cuentos infantiles tradiciones coinciden en dos cosas: un mundo de fantasía y personajes femeninos secundarios
Érase que se era
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una mujer que quería triunfar,
así que con el príncipe azul se debía casar.
Pero nuestra mujer no era una princesa
ella solo pretendía montar una empresa.
La ilusa de ella comenzó a soñar
Pero en el mundo de los cuentos solo las princesas
que a príncipes besan
—y en la báscula poco pesan—
Son las que van a ganar.
La mayoría de cuentos infantiles tienen dos características comunes: se desarrollan en un mundo de fantasía y los personajes femeninos son figuras pasivas y secundarias. Uno de los ejemplos más claros se puede encontrar en 'La Bella Durmiente', esa historia en la que un hada malvada hechiza a la hija del rey y la condena a tocar el huso de una rueca —coser es algo a lo que ninguna mujer se resistiría— y a quedarse profundamente dormida hasta que un príncipe le dé un «beso de amor verdadero».
Curiosa expresión… De pequeña me enseñaron que el «amor verdadero» es aquel en el que una pareja se quiere y respeta mutuamente; no en el que él te da un beso sin tu consentimiento y ¡sin haber cruzado una palabra antes! Pero bueno, también aprendí a no tener que esperar a que ningún príncipe me resolviera la vida. Lo que no conseguí aprender, a pesar del empeño de mi abuela, fue a coser. Con estas características lo más probable es que me tocase ser la villana del cuento.
Las «malas» de los cuentos infantiles suelen perseguir un objetivo: la belleza. Ese es el motivo para hacerle la vida imposible a la hermosa princesa. Por ejemplo, en otro de los cuentos más recitados, Úrsula se apropia de la voz de La Sirenita a cambio de borrar su esencia y tener unas bonitas piernas. ¿El objetivo de Ariel? No podía ser otro que enamorar al príncipe. Total, con su belleza, ¿para qué necesitaría hablar? Y además, ¿qué tendría ella que decir? Finalmente fue el padre de la joven el que tuvo que salvar a su ingenua hija. Aunque ella logró conseguir su objetivo: casarse con «su amor verdadero».
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Los cuentos infantiles tienen un gran componente machista en sus historias, algo que es fácil identificar si se presta atención a los roles que ejercen las figuras masculinas —los protagonistas que ejercen la acción— y las femeninas —seres secundarios y pasivos—. «Ellos son los que triunfan superando todos los obstáculos y ellas son las rescatadas. No son solo escenas o detalles, es el planteamiento general», como explica la artista visual y experta en comunicación y género, Yolanda Domínguez.
Estas historias en realidad reflejan la esencia de la época en la que se inventaron; sin embargo, han resistido al paso del tiempo y han llegado hasta nuestros días. Los niños y niñas leen y ven estos cuentos en los que aparecen estereotipos de género que pueden dificultar que los más pequeños se proyecten en otros modelos diferentes.
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Pero el machismo en los cuentos infantiles no se encuentra únicamente en las historias de príncipes azules. Grandes títulos como 'La ratita presumida' reducen a la figura femenina a un simple y hermoso aparato de limpieza. A día de hoy, podríamos decir que la ratita presumida es una preciosa aspiradora a la que sus pretendientes intentan comprarla con su discreta forma de dormir. Hay que recordar que la ratita estaba limpiando, como de costumbre, y se encontró una moneda con la que, por supuesto, se compró un precioso lazo para ser la más bella de la ciudad y conseguir marido. Tenía tantos pretendientes que tuvo que realizar algún descarte, como un gallo porque haría «quiquiriquí» mientras dormía y se asustaría, o un ratón porque no quería mezclarse con los de su especie. Finalmente se casó con un gato que evidentemente intentó comerla —«¿Cómo no habrá visto que su marido intentaría matarla?», preguntarán algunos padres a sus hijos— y la ratita fue salvada por el ratón que rechazó al principio y con el que se casó más tarde.
Habrá quien excuse estas historias diciendo que se desarrollan en un mundo utópico en el que solo importa el poder del amor. Afortunadamente en la actualidad estos universos de fantasía parecen estar llenos de distopías y los padres y madres exigen historias en las que las mujeres tengan relevancia y no se limiten a ser meros sujetos pasivos a los que salvar. «Se está haciendo un esfuerzo por cambiar, porque hoy el público se queja y pierden audiencia, pero todavía queda muchísimo camino por recorrer. A veces incluyen a un personaje femenino activo, como en La Patrulla Canina, pero es como la cuota, apenas tiene relevancia. Frozen 2 me parece un buen ejemplo de cambio de roles: mujeres activas y protagonistas, hombre sensible y en segundo plano, pero el aspecto físico de las princesas sigue siendo muy estereotipado (joven, blanca, delgada). Además, sigue siendo muy clasista: «¿por qué hay que ser princesa o reina para hacer cosas importantes?», critica Yolanda Domínguez.
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Los estereotipos de los cuentos infantiles no son negativos solo para las niñas, sino que los personajes masculinos proyectan roles que son imposibles: hombres bellos, valientes, fuertes... Por no hablar de la nula existencia de personajes del colectivo LGTBI+. No hay una sola referencia a la posibilidad de que a un hombre le atraiga otro hombre o a que una mujer pueda estar con otra mujer. Hubo una oportunidad antes de escribirse Frozen 2, pero finalmente parece que los productores no se atrevieron a desarrollar esta idea.
De esta forma, los personajes de los cuentos infantiles establecen roles asignados dependiendo del género, algo que los más pequeños imitan y los llegan a tomar como referentes. «Uno de los procesos de aprendizaje de los seres humanos es la socialización: a través de la relación con otras personas aprendemos qué se espera de nosotros/as. Qué actitudes tienen premio o se castigan y cuál es nuestro lugar. Este proceso también se activa con la ficción, viendo o leyendo estos cuentos nos ponemos en el lugar de los personajes a través de la empatía y podemos sentir lo que sienten y entender lo que tenemos que hacer cuando nos encontremos en una situación similar. Empatizamos más con quienes más se parecen a nosotros/as. Si las mujeres no tenemos ejemplos de mujeres valientes, protagonistas e independientes no podemos aprender que podemos ser así. De la misma manera que los hombres, si no tiene referentes cuidadores, sensibles y colaboradores en lugar de competidores», explica Yolanda Domínguez.
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Sin embargo, todos estos cuentos forman parte de nuestra infancia, hemos crecido con ellos y, aparentemente, no hemos salido tan mal. «Lo más importante es tener conocimiento de perspectiva de género si no es imposible verlo. Una vez que adquieres ese conocimiento puedes identificar la desigualdad normalizada. A partir de ahí se trata de crear personajes que aporten variedad y diversidad al imaginario de manera consciente y voluntaria. La solución no es censurar o suprimir relatos sino crear otros nuevos que puedan equilibrar y ampliar el imaginario», finaliza Yolanda Domínguez.
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