Iván Noval, de Islandia, prepara un helado para uno de sus clientes. FOTOS: J. C. ROMÁN

Los helados más clásicos no pasan nunca de moda

El turrón sigue siendo la estrella de las heladerías, que se adaptan a los tiempos con opciones para veganos y para alérgicos

Luisa Oliva

Jueves, 22 de agosto 2024, 02:00

Si a alguien le preguntan por un placer que se pueda hacer realidad a 17 grados bajo cero, quizá tarde en contestar. Pero la respuesta es más sencilla de lo que parece porque esa es la temperatura promedio a la que se almacenan los helados en las heladerías artesanas de Gijón. Y, aunque es cierto que las costumbres golosas de los asturianos van cambiando con el paso de los años, los clásicos permanecen. Tanto es así que los sabores más consumidos de toda la ciudad son el turrón –especialmente, en Verdú– el arroz con leche, de Islandia, – con leche fresca asturiana– y el mantecado de Los Dos Hermanos.

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Y, siguiendo con los clásicos, «el irlandés y el tutti frutti son de los más vendidos», aunque «mayoritariamente los pide gente mayor», según afirma Iván Noval, de Islandia.

Está claro que las edades afectan a los hábitos de consumo y, por eso, los más dulzones y coloridos son los preferidos de los más pequeños, a los que les fascinan recetas como la de pantera rosa, que incluye trocitos del inolvidable bizcocho de los ochenta, y el arcoiris con sabor a chicle. Así lo cuenta Rocío González, de La Ibense, «cuantos más colores y más mezclados, a los críos, mejor».

Y, si uno se fija en las novedades de los últimos años, es fácil darse cuenta de que cada vez hay más opciones para alérgicos. Esta es una realidad que se repite en todas las heladerías, en las que ahora ofrecen también versiones veganas, sin azúcar y sin gluten. Eso hace que los clásicos sorbetes se vayan ampliando y, más allá del limón y la mandarina, incluyan frutas tropicales como la pitahaya, las cerezas silvestres y el melocotón con salsa de maracuyá. Con todo ello, en Verdú tienen más de diez sabores de sorbete, entre los que destaca el de chocolate sin leche y sin huevo.

Y, respecto al hábito de compra, en verano destacan en todos los establecimientos, que comerse un helado es un acto familiar y que suele acompañerse de un paseo. En cuanto al volumen de las ventas, todas coinciden en que la mayoría de las consumidoras son mujeres y madres. Un perfil que, a veces, incluso se lanza a probar rarezas como los helados de fabada, de cabrales y de oricios.

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También se observa entre las heladerías locales una conciencia hacia el comercio de proximidad, gracias a que cada vez son más los que quieren proteger lo local. En Islandia por ejemplo venden un helado de Asturcilla, una crema de avellanas ecológica y «neopaisana», como dice la propia marca. Lo confirma Francisco Arques, de la cuarta generación de los heladeros y turroneros de Verdú, quien puede presumir de haber endulzado la vida de gijoneses y turistas, a base de calidad y de excelencia en las elaboraciones.

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