El «arte viril» de Evaristo Valle
El artista gijonés expuso en Londres, donde recibió críticas tan positivas como contundentes
Miércoles, 26 de julio 2023, 00:53
«¡Londres! ¡Llave para entrar luego en Nueva York!», contamos hace un siglo que había ido gritando, más contento que unas castañuelas, un Evaristo Valle pletórico, en el Club de Regatas, tras conocerse que parte de su obra iba a viajar a Gran Bretaña. Entre los cuadros elegidos, algunos estaban «recién pintados. Otros, ya conocidos. Y algunos, de cierta edad, porque Evaristo tiene en tal clasificación crematística algunas de sus obras, que no hay quien se las arranque a precio razonable, en armonía con los tiempos. Y así se le envejecen». Él pedía lo que podía pedir, y más ahora, con su obra expuesta en la 'city' y críticas a su favor en la prestigiosa revista londinense 'Drawing and Design'.
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«¡Estos son los cuadros de Evaristo Valle!», cuentan que gritó alguien, al ojear la publicación, en la redacción de EL COMERCIO. Ahí estaban, «maravillosamente llevados al terso papel cuché de aquella revista, modelo de finura y exquisitez en todo, suave de tonos y llena de esa elegancia editorial inglesa incopiable»; «sabiamente escogidas» y repasadas por «el escrupuloso y gran P.G. Conody, crítico severo y frío». Afirmaba el experto que la pintura de Valle era «algo absolutamente distinto de ese torrente abrumador de pintura española moderna», tendente a los tonos sombríos. «Es el espíritu nacional incorporado en sus cuadros», que tampoco estaba ausente en Valle; pero, a diferencia de los demás, la España del gijonés «no es el país de novelas, de toreros, serenatas y majas de ojos provocadores resplandecientes bajo la mantilla negra, de gitanos contrabandistas y florida arquitectura del Renacimiento».
La vida monótona
No. Valle no pintaba eso, sino «la vida monótona del campesino y del minero de Asturias», decía el inglés; «la lucha por arrancar la vida y cierta sagrada pobreza. Sus hombres y sus mujeres son criaturas de trabajo, cuyas raras diversiones, a veces, degeneran en borrachera bestial entre arrabales de fango». Su sol tenía «una mirada húmeda y vaga en esta tierra que tiene más de común con el oeste de Irlanda que con la España de Carmen». Quizá porque también Asturias era diferente a todo lo demás. Y, ahora, por fin se reconocía internacionalmente.
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