'El Chico', lo nuevo de Charlot

Las gijonesas bailaban por las calles el fox trot de la película y el Robledo llenó con «el aspecto de las grandes solemnidades». Era algo que solo podía conseguir Charles Chaplin, por entonces aún 'Charlie' o, mejor todavía, Charlot, «el emperador de la gracia», según decía, en nuestras páginas, la publicidad de la película. Si cualquier cosa de Charlot era un éxito asegurado, aún lo sería más 'El Chico', en la que intervenía «el fenomenal actorazo de seis años Juanito (sic) Coogan», y que contaba tras de sí con una potentísima campaña de marketing. No en vano era, o así lo presentaba la empresa Méndez, gestora del teatro Robledo por entonces, «la película que batió todos los récords cinemarográficos en el mundo entero».

«Esta preciosa cinta llena todas las exigencias», dijimos tras asistir a la primera proyección en la ciudad de 'El chico'. «Ni un detalle, ni la más leve sombra enturbia esta producción, la mejor de Charlot, todo gracia, todo ingenio, que ha sabido crear un personaje cinematográfico sobre el cual han caído una serie de imitadores que solo han servido para ensalzar (sus) cualidades excepcionales». Era verdad. Por aquel entonces, ya en la medianía de los años 20, no había 'bombero torero' -el invento fue posterior- en los espectáculos taurinos, pero sí había 'charlots'.

Tal era la fama del actor más exitoso de su tiempo, al que por hace un siglo, sin embargo, no pudo disfrutar toda la ciudad. Los pases fueron pocos, y distribuidos solo en dos días. Desde EL COMERCIO lo lamentamos. «Quedará medio Gijón sin ver esto tan extraordinario, que se registrará en esta ciudad como algo triunfal en el espectáculo de la cinematografía cómica, cimentado con el exclusivo arte del inmenso Charlot y del fenomenal niño Juanito Coogan». Al crío, muchas décadas más tarde, lo conocerían generaciones posteriores por ser el primer Fétido de 'La familia Addams', la serie televisiva que, en su tiempo, no llegó a España. Aquí nos la perdimos, pero no la joya de su carrera: esa obra en la que Charlot había «aprisionado en las mallas de su ingenio toda la comedia humana». Así lo contamos... porque era la verdad.

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