Cuando comenzó el debate sobre el piropo
Comenzaba a criticarse la costumbre del piropo callejero. Algunos autores, en cambio, lo consideraban un símbolo de identidad
Lunes, 14 de agosto 2023, 01:54
Decía, por ejemplo, Edmundo González Acebal, afamado crítico taurino gijonés en aquellos tiempos, que el piropo era «característico de nuestra idiosincrasia», de la española, vaya, y que sería imposible hacerlo desaparecer. Como si fuera una de las artes del toreo, algo que se lleva en la sangre; patria. El piropo, defendía Acebal, «es una frase que el hombre lanza al paso de una hermosa» (nunca al revés), «sin otro fin que la satisfacción de expresar un sentimiento ni otro designio que cumplir un rito tradicional. Aunque el piropo tenga un carácter universal, bien puede decirse que por su generalización y permanencia es genuinamente español. Nació como una expansión voluntaria del pueblo para el pueblo, y el pueblo la fomenta y conserva, aunque haya quienes crean, a la manera de Oscar Wilde, que ha sido la literatura la que lo ha creado y la naturaleza la que se lo haya apropiado».
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Lejos de disquisiciones literarias, lo cierto es que las víctimas de los piropos comenzábamos ya a manifestarnos en contra, fueran merecidos o no. El debate había llegado ya a la televisión nacional. «Parece ser (...) que un grupo de puritanos moralistas la ha emprendido de nuevo contra el piropo y trata de que este, como la Sociedad Protectora de Animales con los toros, desaparezca del mapa costumbrista español, como si se tratara de una casa en ruinas, que basta con una piqueta para borrarla de nuestra vista», argumentaba, a lo suyo, Acebal. «No es que el piropo les irrite o encocore, ellos sabrán, cuando responde a una noble y limpia intención de homenaje a la mujer, sino que les repugna por el grado de degeneración a que ciertos gamberros lo han humillado, ensuciándolo con feas y groseras expresiones». Ahí tenían razón los 'moralistas', decía Acebal, «pero esa práctica por ellos condenada no es tan general como pretenden». Pero, ¿y ellas? ¿Qué pensaban las 'beneficiarias' de la tradición? Para ellas también tenía palabras el crítico. «Existen algunas mujeres que repudian los piropos. ¡Pobrecitas! A mí, como el Piyayo a Carlos de Luna, me dan una pena imponente. ¿Cómo es posible que le disguste a ninguna mujer que le digan [algo] con galanura y admiración?». Vaya por Dios.
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