Perniciosas costumbres
Desde formar colas para orinar frente al colegio a las pintadas en las paredes gijonesas: estos eran los malos hábitos de la juventud
ARANTZA MARGOLLES
Domingo, 3 de diciembre 2023, 01:17
Escandaloso, incordiante y, en definitiva, un engorro. Vivir en la calle San Bernardo en 1898 era motivo de queja constante, según decía EL COMERCIO de hoy hace 125 años, por culpa de «las escenas en extremo desagradables a que dan lugar los bancos colocados en las aceras de dicha calle». Aquel era, al parecer, un punto de encuentro habitual de una pandilla de mozalbetes, «zánganos quizá, que nunca faltan en todas partes, que con sus frases incultas ofenden al oído de las personas, sobre todo de las jóvenes que allí tienen su vivienda». Ya se imaginarán por dónde iban los tiros. Por aquel entonces EL COMERCIO, llamado a ser faro de las preocupaciones de la ciudad desde su fundación, se congratulaba en cumplir su deber de denunciar todas aquellas «perniciosas costumbres que desdicen el buen nombre de Gijón».
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Y estas, en su mayoría, radicaban en piel joven... como casi siempre. Se quejaban los vecinos, por ejemplo, de que los mozalbetes se dedicaban a «emborronar las paredes y las puertas o los escaparates de los comercios». También «a retozar en la vía pública, con perjuicio para ellos mismos y para los transeúntes». Y, aunque esto fuera ya más por necesidad fisiológica que por maldad, a verter en plena calle aguas menores... y mayores. «Los chiquillos y ya mocitos que tan pronto salen del dintel de la puerta de sus colegios», decíamos, «su primera ocupación es hacer al aire libre o en fila o pelotón una necesidad al parecer apremiante». Y todo eso era solo para empezar.
El Ayuntamiento, a nuestro llamado, ya había comenzado a actuar. Por ejemplo, con las ordenanzas municipales que castigaban la blasfemia, como decíamos hace algunos días en este 'Viejo Gijón'. Pero aún quedaba camino por recorrer. «Los abusos contra la policía, contra la moral y contra las buenas costumbres que cometen muchos niños, jóvenes, mozalbetes y aún adultos, en mengua de la cultura de nuestra querida villa, tendrán siempre en EL COMERCIO un censor desapasionado y justiciero» (ojo ahí), «que buscando el apoyo de la autoridad o prestándole a esta el magnificante nuestro, si de él necesita, no cejará en su empeño de verlos corregidos». No habría quizá consecuencia inmediata de nuestra denuncia, pero a largo plazo, seguro. Aunque siempre habría quien se quejara. «La juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible», decía ya Hesiodo... ¡en el siglo VIII antes de Cristo!
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