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El actor Arturo Fernández, en la presentación de uno de sus espectáculos. E. C.
Arturo Fernández cumpliría 95 años este miércoles

Noventa y cinco velas para el Chatín

Arturo Fernández, de cuya muerte se cumplen en julio cinco años, hubiera llegado tal día como hoy a los 95

M. F. Antuña

Gijón

Miércoles, 21 de febrero 2024, 01:00

Hoy hubiera soplado 95 velas. Se cumplen el 4 de julio cinco años del fallecimiento de Arturo Fernández, el actor gijonés que llenó teatros en toda España y llevó el término chatín al lenguaje coloquial gracias a la pequeña pantalla.

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Aquella muerte epató a un país que le había convertido en el galán por excelencia, que había elevado sus trajes a medida a signo de elegancia mayúscula, que rió con su humor y su buen hacer y aplaudió su entrega hasta el final. Porque prácticamente hasta el final, hasta los noventa años, estuvo en activo el actor gijonés, que cuatro meses antes de morir le ponía rostro a su personaje en 'Alta seducción' en Bilbao junto a la actriz, también asturiana, Carmen del Valle.

Tiene hoy quien fuera empresario teatral palco propio en el Jovellanos, el lugar que acogió su capilla ardiente en aquel día de julio del retorno definitivo a casa. Nacido en Gijón en 1929, el hijo de un anarquista exiliado que salió adelante con su madre en Gijón y fue boxeador antes que actor, tomó un tren a Madrid cuando corría el año 1950 y ya no volvió, salvo para actuar y disfrutar de las vacaciones.

En 1950 tomó un tren a Madrid y comenzó a trabajar de extra en el cine, pero pronto halló su pasión: el teatro

Quince horas tardó en llegar a Madrid aquel tren que cogió un 9 de septiembre de 1950. Allí dio sus primeros pasos de figurante en 'La señora de Fátima', 'La guerra de Dios' o 'El beso de Judas'. «Mi vocación había nacido en el primer contacto que tuve con el cine, cuando un ayudante de dirección, asturiano como yo, me ofreció hacer de extra en un rodaje como forma de ganarme unas pesetas que me permitieran sobrevivir en Madrid. Me fascinó el cine. Pero al entrar en contacto con el teatro descubrí mi pasión», dejó dicho. Y hecho, porque en el cine hizo sus primeras interpretaciones, pero el teatro fue su vida. 'Distrito quinto' y 'Un vaso de whisky' fueron sus primeras películas, luego llegaría una tan emblemática como 'Truhanes', dirigida por Miguel Hermoso con guion de este y de Mario Camus, que protagonizó junto al gran Paco Rabal en 1983.

La pantalla no le trató mal. Y en los noventa reventó las audiencias en Antena 3 con la 'Casa de los líos', junto a Lola Herrera. Se emitió entre 1996 y el año 2000, sus coletillas, chatinas y caneos se hicieron universales y su popularidad se multiplicó.

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Pero él amaba por encima de todo el escenario, el patio de butacas, las plateas, plantarse delante del público y hacer temporada en Madrid, giras por España. Con 'La herencia' en 1957 comienza a configurar a ese galán impecable de raya perfecta en el pantalón. Luego llegarían 'Un hombre y una mujer', 'Pato a la naranja', 'Esmoquin' o 'La montaña rusa', entre otros muchos.

Hijo Predilecto de Gijón, Adoptivo de Oviedo, Medalla de las Bellas Artes, Premio Nacional de Teatro Pepe Isbert, tenía cierta afición a meterse en jardines políticos innecesarios. «Solo los tontos creen en las ideologías», dijo en una ocasión en este periódico quien nunca negó su cercanía con la derecha. Pero poco importa la ideología cuando manda la risa. Él tuvo el afán logrado de hacer feliz a su público, de llenar teatros y, pese a las críticas siempre recibidas por la comercialidad de su teatro, tiraba de experiencia en el ring para no acusar el golpe y apelar a 58 años con el telón alzado en la compañía más longeva de España sin oler si quiera una subvención: «He sido un hombre muy feliz. Mi aspiración era llegar a donde estoy. Y se lo debo al público».

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