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damián arienza

«Ir a un rescate relajado puede ser mortal»

Desde La Morgal. El equipo que acude volando cada vez que se produce una emergencia en Asturias alerta de que «cada vez hay más dominguero»

Lunes, 16 de agosto 2021, 01:39

Les presentamos a Fernando, Pablo, Roberto y Alfonso. Y, si usted es de los que ha elegido Asturias para pasar este segundo verano pandémico y -el azar no lo quiera- se encuentra en auténticos apuros, estos son los hombres vestidos de rojo a los que verá caer del cielo para ir, raudos, en su ayuda. A ellos o a sus compañeros, porque, en total, diecinueve personas integran el grupo de rescate del Servicio de Emergencias del Principado, pero hoy les toca estar de guardia a Fernando Iglesias (médico), Pablo Villena (rescatador), Roberto García (rescatador) y Alfonso Vega, el comandante mitad asturiano mitad vasco encargado de pilotar el helicóptero de rescate medicalizado con base en La Morgal (Llanera), en el centro de la región, y capaz de ponerse en apenas media hora en cualquiera de sus fronteras, a menos de sesenta millas.

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Cuatro hombres -aunque en el grupo también hay tres mujeres, las tres médicas- que, juntos, suman miles de intervenciones y que en los últimos años han visto prácticamente de todo, aunque, sin duda, las que más les golpean, de lejos, son «aquellas en los que los rescatados son niños»: «Esos accidentes impactan mucho más que los de los adultos y si los interiorizas y te quedas con ellos dentro terminas mal. Como aquella vez que fallecieron ocho niños de una aldea en un choque de autobús. Imagínate lo que supone eso para un pueblo pequeño: toda una generación desaparecida de un plumazo», cuenta Pablo Villena, un paisano como un roble nacido en Barbastro (Huesca) y asturiano de adopción, el más veterano de esta cuadrilla, con casi 33 años de servicio a sus espaldas macizas.

Animales. La vaca 'Mariposa', que fue rescatada del fondo deun barranco en 2008. nel acebal

Y son cuatro porque, aunque luego puedan pedir refuerzos, esa es la formación básica que sale pitando a bordo del helicóptero cuando el 112 recibe una llamada de auxilio. Una o varias al mismo tiempo, porque ya ha habido momentos de máxima tensión en los que «llegan a solaparse tres salidas. Las peores, cuando está a punto de caer el sol, porque de noche, entre montañas, no podemos volar».

Y, entonces, es cuestión de establecer prioridades. Por ejemplo, una persona que está en el agua. Ahí, sí o sí, hay que salir a por ella». Unas intervenciones, las marítimas, que, en estas fechas estivales se disparan: «Llega gente de secano que no sabe que en Asturias hay mareas vivas, muy amplias, y, a lo mejor, se ponen a subir por una ladera y, cuando se dan cuenta, no tienen por dónde bajar porque todo es mar», explica Villena, que una vez tuvo que asistir «a ocho curas a los que les pasó eso mismo haciendo el Camino de Santiago de la costa y estaban con el agua a la cintura».

Ya el verano pasado -explica el equipo, que entre el 1 de junio y el 30 de septiembre realizó 194 intervenciones- la cosa estuvo movidita, porque «los buenos datos sobre la incidencia de coronavirus que teníamos en la comunidad provocaron un efecto llamada y vinieron muchos turistas atraídos también por el hecho de que la meteorología ya no es lo que era y llueve menos».

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Del paraíso al infierno

«Pero, mucho ojo, que, aunque Asturias es un paraíso natural, también puede convertirse de repente en un infierno», advierte Roberto García, el más joven de todos, un apasionado de las cumbres que empezó en la escalada «siguiendo los consejos de los mayores, aprendiendo de los que sabían, mientras que ahora eso se ha perdido. Ahora vamos de autodidactas, vemos un tutorial en internet y ya nos creemos que podemos hacerlo todo».

«Decathlon ha hecho mucho daño», confirma entre bromas y veras el comandante Vega, que, como el resto de sus compañeros, ha comprobado que «cada vez hay más domingueros. Esos que creen que por llevar un GPS en el móvil lo tienen todo controlado. Y no se dan cuenta de que, aunque en el teléfono ponga que tienes el coche a quinientos metros, a lo mejor puedes echar un día entero para recorrer desniveles que te dejan destrozado». Pero, además, «con esto del coronavirus, el número de montañeros se ha multiplicado y, si antes los rescates se producían mayoritariamente los fines de semana, ahora cualquier día tienes bastantes posibilidades de que haya que salir».

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Otro ejemplo reciente: «Un matrimonio madrileño con dos niñas con francesitas y lacitos acostumbrados a salir por el Retiro que llamaron porque estaban enriscados a cincuenta metros de una senda».

O «una mujer, casualmente también madrileña, sobreprotectora, que alertó de que su hijo estaba sin batería en el móvil y había sufrido un accidente mientras peregrinaba a Compostela en patinete». Resultado: «Hubo que hacer tres salidas con el helicóptero hasta encontrarlo, y apareció con el patinete a toda leche, sin ningún problema. Todo digno de una película de Berlanga». Igual que «los que ponen reparos a subirse en la camilla» para ser izados hasta el aparato.

Así que, aunque caigan de cajón y sean puro sentido común, los consejos de los que más saben de esto no están de más: «Si vas a salir a la montaña, lleva agua y calzado adecuado. Y, sobre todo, busca una actividad adecuada a tu condición física y a tu nivel de conocimiento».

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Porque, aunque es sabido que «Asturias es un lugar privilegiado para la actividad física y que el Cares es muy guapo, en los últimos años sacamos a miles de personas de allí». O que, «aunque el Sueve parezca una montaña de aficionados, de pronto sopla el nordeste, se mete la nube y estás perdido».

Y, con todo, las cifras les avalan, como recuerda el doctor Iglesias: «Nueve de cada diez de las personas a las que encontramos vivas vuelven a casa. Y eso que el 18% requieren un ingreso en la UCI». Porque estos cuatro hombres acostumbrados a jugarse el pellejo por salvar a otros, tratan «de usted a la muerte, con respeto»: «No hay que entrar en pánico, pero el miedo es bueno, te pone en guardia. Ir relajado a un rescate puede ser mortal». Y cada Navidad, desde hace veinte años, les «llega una cesta con su jamón y todo, de las que ya no quedan»: «La manda una señora a cuya hija, embarazada, rescatamos mientras hacía barranquismo en Llanes, en el río Purón».

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