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Sobrevolar Asturias en 1958
El Museo del Ferrocarril recupera 85 fotos aéreas de 1958 que evocan una Asturias rural y sin infraestructuras
El tesoro que pronto se expondrá en el Museo del Ferrocarril de Asturias es un pasaje de avión con vistas a la Asturias de 1958, aún repleta de vegas, de cultivos de maíz, sin polígonos industriales, sin autovías y con el carbón transitando en ferrocarril rumbo al mar para cargarse en graneleros. Es una suerte de Google Earth del siglo pasado que hace año y medio apareció de manera sorprendente en un archivo de Adif (antigua Feve) en Oviedo.
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Corría el año 1958 cuando la compañía ferroviaria Vasco Asturiana encargó a la empresa madrileña Trabajos Fotográficos Aéreos, que tuvo sede primero en la Castellana y más tarde en la avenida de América, que fotografiara los más de setenta kilómetros de sus líneas, que van de Collanzo a Trubia, de Trubia a San Esteban y de Oviedo a Fuso de la Reina. Dos años antes se había aprobado la primera ley del suelo español que obligaba al catastro a incluir fotografías y las compañías ferroviarias tenían mucho interés en tener muy bien delimitado su patrimonio, que iba más allá de los terrenos ocupados por la vía e incluía servidumbres y otras tierras adquiridas o expropiadas. Esa debió ser la razón del encargo que hoy se torna tan revelador como evocador. El caso es que un avión Dornier de fabricación alemana sobrevoló en verano y noviembre -un mes malo, porque propicia imágenes con más sombra, de modo que la elección puede que fuera por razones de oferta en el precio- esa área central de Asturias y con negativos y cámaras de alta resolución captó unas imágenes con una calidad brutal que hoy resultan sorprendentes.
A Javier Fernández López, director del Museo del Ferrocarril de Asturias, aún se le ilumina la cara cuando recuerda cómo apareció semejante maravilla ante sus ojos. «La gente de Adif nos permitió amablemente explorar sus archivos y buscando una cosa encontramos otra», introduce. Nuria Vila, historiadora y documentalista, también estaba allí aquel día. «Nos habían permitido entrar en el archivo para reproducir documentación y, de pronto, nos encontramos un mueble que nos llamó la atención, parecía que podía contener planos, pero tenía muchas cosas encima y, cuando lo abrimos, se abrió también el cofre del tesoro», resume.
Ese mueble de madera estaba hecho expresamente para contener fotografías en papel de tamaño de un metro por un metro cada una de ellas dentro de unas fundas de plástico. Era el 'pen drive' de la época, el continente en el que entregar el encargo. Lo que hay son todo positivos en papel; no hay negativos. Se quedaron perplejos por la calidad de todas esas imágenes, pero es que, a medida que fueron avanzando, la satisfacción fue a más. «Lo excepcional de esto es encontrar los originales, es común dar con copias de pequeño tamaño, pero no así», dice Javier Fernández. Eran 85 fotografías que se cree debieron costar mil pesetas cada una de ellas, según el precio que había pagado un astillero por un trabajo similar del que se conserva factura. Era, en todo caso, un dineral para aquel 1958 del franquismo.
Empezaron a investigar, volvieron al lugar, dieron parte al Observatorio del Territorio de la Universidad de Oviedo y a Felipe Fernández, uno de los grandes expertos de España en fotografía aérea, y comenzaron a mirar con lupa las instantáneas, que están ahora mismo cedidas para la exposición que se inaugurará el 19 de julio y que el museo gijonés confía en poder conservar en el futuro y que puedan servir para múltiples investigaciones. «Es como un Google Maps pero en primitivo», apunta Fernández.
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Tal cual. Solo que en blanco y negro y con praos y más praos donde hoy hay polígonos industriales, con notables cambios que cualquier mirada curiosa advertirá. La exposición no ha sido fácil de montar. En un principio se pensó en exponer copias, pero el fin de un museo ha de ser mostrar lo que es único, especial, inédito, de modo que se ideó un sistema con unas fundas de polietileno de alta protección que impiden que se dañe el positivo original, que se situarán sobre los paneles con imanes de alta atracción. No se colocarán esas fotografías cuadradas de uno por uno en línea recta horizontal, sino que irán encajando unas con otras a modo de puzle, para componer el recorrido íntegro de la línea férrea. Collazo, todo el valle del Aller, Ujo, Figaredo, la unión del Nalón con el Caudal, la vega donde hoy se halla la térmica de Soto de Ribera -«una de las más hermosas de Asturias, que era famosa por su belleza»-, todo el Bajo Nalón, el pantano de Balduno, Pravia, Candamo, Grado, Trubia, Soto del Barco, San Esteban de Pravia, San Juan de la Arena... «En todo el recorrido se ve cómo cambió el paisaje lacustre, antes los ríos eran muy libres, y el tipo de cultivos», anota el director del Museo del Ferrocarril. Llama la atención especialmente en las imágenes la aparición de una suerte de puntos extraños sobre el terreno, una de esas estampas que podrían convertirse en sospechosas de ser obra de extraterrestres por su uniformidad. Pero, obviamente, no lo son. Se trata de de las llamadas 'cucas de nerbasu', una especie de pirámides en las que se almacenaba el maíz recogido. Eran como tiendas de campaña, como tipis para conservar el cereal. Es también revelador el cambio en el uso de las riberas de los ríos: lo que antaño era territorio agrícola hoy se ha convertido en industrial. Los espacios llanos, las vegas, fueron el lugar elegido para hacer florecer la industria.
Es, en definitiva, un viaje al pasado que Nuria Vila resume así: «La exposición tiene un disfrute estético, es muy guapa, pero para alguien que lo conoció tiene un componente evocador y nostágico, y para el común de los mortales es pasar por esa Asturias central de 1958 en lo que lo viejo todavía no marchó y lo nuevo está naciendo, es asomarse a esa ventanilla siguiendo la vía del tren».
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El viaje del ferrocarril Vasco Asturiano se acompañará de una serie de hitos, de algunas fotografías de época convencionales que contribuyen a situar los espacios y algunas líneas informativas. Poco más. No dudan quienes llevan meses trabajando en organizar este recorrido de que el visitante de hoy, móvil en mano, procederá ipso facto a reconocer la imagen expuesta en Google, a ubicar y advertir los más que evidentes cambios. De hecho, se planteó la posibilidad de, como se ha hecho en este reportaje, incluir junto a la imagen antigua la actual. Pero al final se optó por dejar que cada quien tire de su celular para buscar los paisajes de hoy que desee y observar su evolución en el tiempo.
Hay imágenes especialmente sorprendentes. Como las de Oviedo, sin autopista, con el Milán aún como cuartel antes de que se convirtiera en espacio universitario, con la fábrica de armas de La Vega, con las facultades del campus del Cristo aún sin levantarse, con la cárcel modelo que hoy es archivo mostrando su diseño. «Lo curioso de estas fotos es que no están censuradas, lo habitual es que las instalaciones militares, las fábricas de armas y este tipo de espacios se censurasen por razones estratégicas, pero en estas se ve todo sin ningún problema», anota Nuria Vila.
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No son ortofotos, esas que combinan el detalle de una fotografía aérea con las propiedades geométricas de un plano, propiamente dichas, pero casi. «Nos han contado que incluso, por el tamaño, las fotos pudieron utilizarse para restituir planos», concluyen desde el Museo del Ferrocarril.
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