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Los trabajadores de la fábrica de armas de Trubia, al fondo, en una de las marchas a pie hasta Oviedo para luchar por la continuidad de los empleos. :: MARIO ROJAS
Oviedo

Trubia en paro

Los primeros despidos traumáticos de la historia afectarán de forma negativa tanto a la fábrica de armas como a la localidad

SUSANA NEIRA

Domingo, 12 de mayo 2013, 14:08

Un día de semana «las seis de la mañana hay más ambiente que por la tarde». Lo cuenta el dueño del estanco frente a la fábrica de armas de Trubia, Jesús Fernández, hijo de obrero. Abre a las cinco y media todos los días, igual que el bar de al lado y otros comercios, coincidiendo con la entrada del primer turno. Cuando General Dynamics entregó el viernes la cartas de despidos a los 55 trabajadores, la localidad, de poco más de un millar de habitantes, se entristeció: «Es un sentimiento generalizado en todo el pueblo». A partir de mañana lunes ya nada será lo mismo. A este primer bajón en la plantilla se sumarán otros 184 empleados que salen mediante bajas voluntarias y jubilaciones antes de que acabe el mes, y en verano comenzará un Expediente de Regulación Temporal de Empleo para otros 213. La fábrica queda bajo mínimos y Trubia también, desinflada tras casi tres meses de lucha para paralizar lo que finalmente fue inevitable. En Grado, donde viven muchos empleados, hay la misma sensación. «Lo sentimos porque todos tenemos familiares y amigos que se quedan en la calle, y, como comerciantes, vamos a salir todos muy perjudicados», lamenta Fernández. Desde el viernes, el panorama pinta feo tanto dentro como fuera de la fábrica. «Ha pasado lo que nadie quería; hemos llevado un palo muy gordo, un mazazo insoportable y hay un gran ambiente de derrota», describía esa tarde el presidente de la Asociación Vecinal de Trubia, Roberto Velasco.

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Su implicación con la fábrica quedó patente en las manifestaciones convocadas -donde siempre se situó detrás de la pancarta y animó, megáfono en mano, a los asistentes- y a continuar una lucha que, según asegura, aún no se ha acabado y es en beneficio de todo un pueblo. A corto plazo, el bajón en la plantilla «será un palo muy gordo tanto para los propios afectados como para el comercio». También para los bares, la gasolinera y otro tipo de establecimientos. Y no solo en Trubia. «Me atrevo a decir que quizá ese palo sea aún mayor en Grado, muchos trabajadores viven allí». Y teme que se cumpla «lo que dije el primer día y sigo creyendo: cada vez tengo menos dudas de que en 3 ó 5 años esta fábrica ya no existirá».

El historiador Manuel Antonio Huerta, otro de los vecinos que participó activamente, publicó un libro 'Trubia 1794-1930. El desarrollo socioeconómico y espacial de Trubia bajo la influencia de la fábrica de armas' hace tres años, después de escuchar toda su vida historias de la factoría. «De cinco generaciones anteriores, soy el primero que no trabaja allí», cuenta. Lo de ahora «no es el cierre pero como si lo fuera; pinta todo muy negro», lamenta.

Es una opinión generalizada que la situación en la que queda la zona será un paso atrás para todos y afectará anímicamente. «Todo el mundo está triste», resumió el estanquero.

Historia escrita

La consumación de los despidos es lo que muchos ya veían venir. «¿Te acuerdas cuando decíamos lo del cierre de La Vega y sus consecuencias? A nosotros no nos engañaron», lamentaba un sindicalista de UGT en una de las recientes manifestaciones. El inicio de la historia arrancó el año pasado, cuando General Dynamics presentó su nuevo plan para cesar la actividad en la factoría ovetense a cambio de garantizar los puestos de trabajo y la producción. Fue el 11 de abril y solo unos días después, una enorme marcha salió de la planta para recorrer el centro de Oviedo tras una pancarta en la que se reclamaba la retirada de aquella llamada fusión de centros. Un mensaje trasladado también a políticos locales, regionales y nacionales y que, bien por falta de capacidad de presión o por hacer oídos sordos, no surgió efecto. En octubre de 2012, menos de seis meses después, La Vega, ahora en manos del Ministerio de Defensa que diseña un futuro que puede pasar por la venta, cerró sus puertas.

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Noviembre, diciembre y enero pasaron con relativa tranquilidad, aunque la plantilla ya temía un nuevo paso de la empresa ante la falta de carga de trabajo. Calculaban que apenas era del 20% sobre su capacidad. Y no tardó en llegar. El 14 de febrero, la compañía americana puso encima de la mesa el plan de reestructuración para despedir a 693 de los 1.335 empleados en toda España, incluido el cierre de La Coruña. En Trubia, el planteamiento inicial era rebajar en 289 la plantilla, a la mitad. 17 más de todos lo que había en La Vega solo unos meses atrás.

Lo justificó por la difícil situación económica que atraviesa la empresa, afectada por su principal cliente, el Ministerio de Defensa, que ha reducido en un 76% su gasto en armamento desde 2008. Una tijera que se ha hecho notar especialmente en los contratos de blindados a los que aspiraba Santa Bárbara, «la principal prioridad» para el Jefe del Estado Mayor del Ejército; pero que deja incólumes otros como el del Airbus militar o la adquisición de cuatro nuevos submarinos. En 2012, General Dynamics perdió 47 millones de euros y la cifra alcanzaría los 453,7 hasta 2016 si no rebajara su estructura aunque lograr algunos contratos, según figuraba en su plan, encargado a una consultora externa.

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El rechazo en bloque a los despidos en todas la factorías quedó latente en varios ámbitos. Desde mediados de febrero a mediados de marzo, todo el mundo se movió. Los sindicatos se reunieron con políticos locales y regionales y recabaron su apoyo, aunque no hubo frutos. Algo que ni siquiera lograron de Defensa, que se escudó en que la multinacional americana a quien privatizó las antiguas fábricas estatales era dueña y señora para tomar sus decisiones como empresa privada. Mientras, los trabajadores iniciaron su calendario de protestas, que ha incluido encierros, manifestaciones y un viaje a Madrid que congregó a operarios de la capital, Galicia, Asturias y Andalucía, para protestar frente a la sede central.

Y de forma paralela, la dirección de la empresa y los representantes sindicales negociaron durante un mes el plan de reestructuración, intentando hacerlo más flexible. Pero la noche del 15 de marzo todo se torció. «Todo estaba planificado por parte de la empresa para aplicar el guión, porque cuando estábamos tocando el acuerdo y faltaban unos flecos dejaron de negociar», valoró esta semana José María Ordóñez en referencia al día en que la dirección decidió dar por finalizada la negociación y empezó a estudiar cómo aplicar los despidos en Trubia.

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El 22 de marzo presentó su plan, con algunas modificaciones: redujo a 246 los despidos en Asturias y mejoró las condiciones para facilitar la voluntariedad mediante bajas y jubilaciones anticipadas. 171 se presentaron y fueron admitidos y otros 14 se acogieron a una segunda mejora, tras ampliar las prejubilaciones a aquellos con 56 años antes del 31 de diciembre de 2013.

Los listados con los despidos definitivos iban a llegar a finales de abril, pero finalmente se retrasaron hasta esta semana. El jueves se notificó la cifra de salidas forzosas, 55 en Trubia, y el viernes, la empresa entregó las cartas de despido en la jornada más triste de la centenaria fábrica de armas. Quedan otras 184 salidas mediante bajas voluntarias y prejubilaciones y un ERE para otros 213, rotatorio, durante este año, que tendrá continuación en 2014 y 2015.

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A partir de ahora, la planta se enfrenta al paro. Y quizá a algo más: «Dentro de un mes, en la fábrica solo quedarán 70 personas, ¿qué producción se va a hacer así? Y no hay carga de trabajo ni Defensa, que recortó el contrato de los Pizarro, manda nada», resume Jorge Riera, de la sección sindical de UGT.

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