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Sociedad

La fuerza de un gigante

RAMÓN AVELLO CRÍTICA DEL CONCIERTO DE LA FILARMÓNICA DE LA SCALA

Lunes, 2 de junio 2014, 02:43

La Orquesta Filarmónica de la Scala se formó en 1982 para reforzar y prolongar la temporada sinfónica del templo operístico milanés. La intención de Claudio Abbado, su primer director, fue dar el salto del foso al escenario, con lo que consiguió hacer de la reputada orquesta en el campo operístico, una de las sinfónicas italianas de referencia mundial. El Auditorio de Oviedo ha mantenido desde el año de su inauguración en 1999, una especial vinculación con la Filarmónica de la Scala, simbolizada el pasado sábado con la entrega de la Medalla de Oro del Auditorio, durante el descanso del memorable concierto con el que la Filarmónica de la Scala cerraba el ciclo anual de 'Conciertos del Auditorio'. En la concesión de este premio, precedieron a la orquesta italiana Lorin Maaezel, Riccardo Muti, Max Valdés y F. Haider.

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De una orquesta excepcional, dirigida por Daniel Harding, un músico de enorme talento y originalidad al que hace dos años hemos escuchado en Asturias al frente de la Mahler Chamber Orchestra, se espera un gran concierto. Y las expectativas no quedaron defraudadas. Harding es un director riguroso, genial en los tiempos lentos, al que le gusta subrayar los matices y entresacar sutilezas. La orquesta, además de poseer una de cuerdas más tersas y brillantes de Europa, transmite vitalidad, y equilibrio, y además está formado por grandes solistas, entre los que se encuentra el trompa asturiano Jorge Montes de Fez, que tuvo una actuación especialmente relevante en la 'Sinfonía del Nuevo Mundo'. El programa, muy del gusto del público, estuvo formado por oberturas e intermezzos operísticos y la citada sinfonía de Dvorak en una versión colorista, bien estructurada y absolutamente hermosa.

Hay oberturas que son como una condensación y un resumen de la ópera. Es el caso de la obertura de 'La fuerza del destino', de Verdi, una página de expresión dramática sobre un mosaico de los temas de la ópera. Versión perfecta y de una gran riqueza expresiva en las variaciones rítmicas y melódicas. Otro ejemplo de perfección fue la Obertura de Guillermo Tell, cuyo último tema, el de la llegada de los soldados suizos, se bisó al final. Más que una obertura, Harding la interpretó como si fuese la quintaesencia de un poema sinfónico transmitida con una vitalidad y un impulso arrebatador.

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