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A Álvaro Loureda no le importa el frío extremo que hace en Noruega.
Asturianos en la diáspora: Noruega

«La falta de luz afecta a la vida social»

El gijonés Álvaro Loureda vive en Inderoy, un pueblo de Noruega, en el que trabaja en una escuela con chicos de entre 18 y 21 años

Ana Ranera

Gijón

Domingo, 7 de abril 2024, 02:00

Álvaro Loureda (Gijón, 1998) es de esos a los que siempre les pica el niki. Él no aguanta mucho tiempo quieto y, por eso, ya cuando estaba estudiando la carrera de Magisterio, se fue de Erasmus a Rumanía y a Noruega. Con esas escapadas, se dio cuenta de que lo de viajar iba con él y, una vez terminó de formarse, le apeteció mudarse «a algún sitio» y, por azares del destino, encontró trabajo en Dublín. «Estuve primero en una guardería y luego en un colegio de educación especial, con alumnos con autismo», explica.

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Todo iba viento en popa hasta que, en las navidades del año pasado, decidió virar su rumbo y lanzarse a nuevas aventuras. «Me di cuenta de que quería un cambio y empecé a buscar oportunidades para irme a otro sitio». Buceando por internet, encontró «en una página web las becas Erasmus Plus para jóvenes europeos» y consiguió una plaza en Inderoy, un pequeño pueblo de Noruega.

Allí trabaja en una escuela popular y ya avisa: «Es un concepto escandinavo, esto en España no existe». Estos centros están pensados para los alumnos que acaban el instituto, es decir, para chavales de entre 18 y 21 años, que quieran tomarse algo parecido a un año sabático. «Es un concepto de educación alternativo, en el que no tienen exámenes. Pueden hacer cursos de artesanía, de pesca, de jazz...», enumera. «El objetivo es ganar experiencia personal y eso aquí es bastante común hacerlo».

Muchos chavales, antes de lanzarse a la aventura de estudiar una carrera y de independizarse, apuestan por las escuelas populares. «Además, con cada curso está incluido un viaje. Los de pesca se fueron a Madagascar; los de fotografía, a Tokio, y otros, a Guatemala», indica. Además, para aumentar los aprendizajes, hay muchas optativas, de hecho, muchos chicos estudian castellano. «Igual que muchos españoles estudiamos francés como segunda lengua, ellos quieren saber español», explica Álvaro, quien además extiende nuestro idioma por todo el pueblo. «Como es un municipio pequeño, somos voluntarios en la comunidad local e impartimos clases».

Todo sea con tal de transmitir la cultura, también la asturiana porque Álvaro toca la gaita y, hace muy poco tiempo, hizo a los alumnos «una presentación sobre el Principado» y luego tocó unas canciones. Esa fue solo una de las muchísimas actividades que hay en este cole para adultos, en el que aprenden sobre muchas disciplinas muy prácticas para la vida. «Estos días estuve haciendo mi propio cuchillo, también puedes hacer cerámica o asistir a alguno de los conciertos que hacen los de jazz porque aquí les encanta la música».

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A todo eso, hay que sumar el deporte porque este gijonés juega a fútbol en un equipo del pueblo. Hay que mantenerse en forma para resistir al clima extremo de Inderoy, aunque –según dice– él lo lleva bastante bien. «Soy un poco loco del frío, me gusta mucho más que el calor», se ríe. Tanto es así que un día fue a un fiordo a pescar y acabó bajo el agua. «Hicimos un agujero en el hielo y nos bañamos», recuerda riéndose y añade: «La temperatura exterior sería de quince grados bajo cero».

Está claro que Álvaro de valentía va sobrado porque tampoco le pesa la oscuridad casi constante de Noruega. «La falta de luz prácticamente no me afecta, pero me afecta ver cómo le afecta a la gente», explica casi con un trabalenguas. «Me doy cuenta de que la gente está más deprimida y que hablan menos entre ellos», se lamenta, convencido de que «la falta de luz se nota en la vida social». Tampoco le importa demasiado porque este gijonés ahora está pensando en «hacer un máster por esta zona sobre educación en medio natural, ya que le encanta «su sistema educativo». El niki no deja de picarle.

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