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M. S./ J. P. / I. B.
Gijón
Miércoles, 30 de abril 2025, 06:55
Xana Secades ya tendría que estar en Valencia, donde estudia Arquitectura. Beatriz Turueño, en Madrid, donde tenía programado un viaje de fin de curso con sus alumnos de 4º de Secundaria. Y Adrián ya debería estar llegando a Tailandia con su mujer para pasar la luna de miel. Pero el apagón frustró sus planes.
Los tres viajaban en el tren que quedó parado en uno de los túneles de la variante de Pajares -con más de 300 pasajeros- y su testimonio ayuda a comprender la odisea de un incidente nunca visto en la red ferroviaria, que tuvo lugar dentro de uno de los túneles que cruzan la Cordillera Cantábrica. «Lo peor fue la incertidumbre de no saber qué estaba pasando fuera», coinciden.
Y el momento en el que las baterías con las que cuentan los trenes se agotaron: los vagones quedaron completamente a oscuras, las cisternas de los baños dejaron de funcionar y también la climatización, lo que obligó a abrir las puertas del tren para que pudiera entrar algo de aire. Entre los pasajeros, que hasta entonces habían mantenida una relativa serenidad, empezaron a surgir las tensiones, enfados y ataques de ansiedad.
«A partir de ahí, la espera hasta que vinieron a buscarnos se hizo eterna. Yo todavía estoy nerviosa», asegura Xana, que vive en Lugones. «A medida que la situación se iba alargando, los ánimos fueron cambiando», señala, por su parte, Beatriz Turueño, profesora del Colegio San Lorenzo de Gijón. Ella formó parte de los 26 pasajeros que fueron trasladados a Campomanes en los vehículos especiales del personal de mantenimiento, una opción de urgencia para personas mayores, familias con niños y pasajeros especialmente nerviosos, como fue el caso de una de sus alumnas.
El resto del grupo –otra profesora y once estudiantes más– esperaron en el tren por la locomotora de rescate. «Fue un chasco, porque iban al viaje de estudios con toda la ilusión», lamenta Beatriz, que ayer reconocía «el buen trato recibido» por el personal de Renfe y Adif en esta «peripecia». «Dentro de lo que cabe, estamos bien. Podría haber sido bastante peor», concluye Adrián, a la espera de retomar su luna de miel.
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