La Asturias que se quemó
El fuego arrasa cerca de 6.000 hectáreas de pastos, destruye cabañas y colmenas y deja un daño en el medio rural difícil de cuantificar
Hasta 17 incendios activos de forma simultánea, un despliegue sin precedentes de medios aéreos y terrestres —algunos llegados incluso desde otros países— para colaborar con los servicios de emergencia del Principado, alertas en los teléfonos móviles de los vecinos advirtiendo del peligro, desalojos de pueblos enteros y lugareños armados con mangueras y batidores para defender sus montes, sus casas y sus propias vidas. La ola de incendios que ya amaina en Asturias deja, por fortuna, un balance sin víctimas personales, pero sí un recuerdo casi traumático: cerca de 6.000 hectáreas calcinadas y daños incalculables no sólo en el patrimonio natural, sino también en el material y económico.
El más evidente es el jarro de agua fría que esta ola de incendios ha supuesto para los ganaderos, que han visto cómo el pasto que debía sustentar a su ganado al menos hasta entrado el invierno fue devorado por las llamas. «Se han quemado todos los pastos alrededor de Genestoso. No tenemos dónde llevar el ganado. No queda nada. Se quemó el 100%», relata Eduardo Rodríguez, vecino y ganadero de esta aldea de Cangas de Narcea que sufrió de primera mano los embistes del fuego. Con 75 cabezas de ganado, calcula que el coste del forraje ascenderá a unos 4.000 euros, sin contar el trabajo extra que supone alimentarlos.
La situación es aún más dramática para Ángel Berdasco, de Fonceca, también en Cangas del Narcea, quien tuvo que ver impotente cómo el fuego le quemaba cientos de bolas de silo preparadas para alimentar a sus 220 cabezas de ganado durante el duro invierno, y tuvo que defender con sus propios medios su nave y todas sus propiedades. «Ahora es como empezar de cero».
Los ganaderos también son los más afectados por el incendio intencionado que comenzó en Caunedo y llegó hasta Perlunes. «Se han quemado todos los pastos. Ha sido una tragedia», asume Dolores Fernández, alcaldesa pedánea de esta localidad de Somiedo, cuya familia es propietaria de una ganadería con más de ochenta cabezas. «Los pastos han quedado reducidos a cenizas y tardarán años en recuperarse», lamenta.
Las pérdidas también han sido importantes para Carlos Fernández y Mónica Magadán, propietarios del Hotel Rural de Genestoso. «Para nosotros la temporada se ha acabado. La mayoría de nuestros clientes ha cancelado sus reservas. Tienen miedo», reconocen.
También por perdida da su cosecha Luis Pérez, de Miel La Puela, a quien el incendio que amenazó el Santuario de El Acebo de Cangas del Narcea, el primero de esta ola, devastó en pocas horas unas 60 colmenas en Villarín de Limés. «Fue tan rápido que cuando nos dimos cuenta estaba todo quemado», dice con resignación, sabiendo además que, según la Guardia Civil, habría sido intencionado. «No quemaron pueblos de milagro. Es tremendo», lamenta. Ahora, dice, toca pelear con el Principado para que, en la convocatoria de ayudas anunciadas, se tenga en cuenta a los apicultores, que en su caso suma pérdidas materiales y de abejas de unos 25.000 euros, además de tener que esperar tres o cuatro años para recuperar la producción en este colmenar, que le generaba unos 10.000 euros al año.
Y aun asimilando lo ocurrido, está Evarista 'Eva' Rodríguez Lozano, que ha tenido que ver cómo la cabaña construida por su abuelo en la zona de Biaiz, subiendo hacia Brañagallones, en el Parque de Redes, ardía sin que nadie pudiera hacer nada por ella. Recuerda emocionada cómo se había reformado en los últimos años para disfrute de la familia, conservando elementos de madera como las portillas o la taladrera, auténticas joyas hechas por su tío, de las que hoy ya no queda nada. Lamenta que, al contrario de lo que pasaba cuando ella era niña, no se tenga en cuenta a los vecinos de la zona a la hora de extinguir los incendios, que son los que mejor conocen el terreno. «Agradezco mucho la labor de los bomberos, pero ellos se centraron en proteger otra cabaña porque seguramente ni sabían que a unos metros estaba la mía», lamenta.
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