Coronavirus en Asturias | «Les dijeron a mi hijo y mi hermana que vinieran a despedirse»
«Superé este virus traidor y sigo mal, pero con más ganas de vivir aún» | Armando Menéndez. Profesor jubilado, habló en nombre de los supervivientes de la covid-19 el Día de Asturias
EUGENIA GARCÍA
GRADO.
Jueves, 10 de septiembre 2020, 01:29
Profesor jubilado de matemáticas, «algo puro y transparente, que nunca miente», Armando Menéndez (Seaza, Grado, 1954) se enfrentó a los 66 años con algo tan «imprevisible, enigmático y traidor» como el coronavirus. El martes contó su experiencia en el acto oficial del Día de Asturias.
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-Todo comenzó en un viaje del Imserso por Cataluña y el sur de Francia...
-En aquel momento nadie usaba mascarillas, ni geles, ni nada. El coronavirus se veía como algo lejano, no tan virulento, y teníamos la guardia bajada. Pero a los pocos días de regresar me noté un poco de tos, cansancio, el cuerpo dolorido...
-¿Qué hizo entonces?
-Me autoconfiné en casa y llamé al 112. Pero la familia y los amigos, al ver que iba mal, apuraron para que me vinieran a buscar en ambulancia.
-¿Se acuerda de ese momento?
-Cogí una bolsa de deporte con un poco de ropa, el teléfono móvil... Cerré la puerta de casa con llave y a partir de ahí no me acuerdo de nada. Nunca me había pasado, tengo buena memoria y la cabeza despejada. Pero solo recuerdo tener pesadillas mientras estaba inconsciente. Hasta que desperté en la UCI.
-Y le dijeron que era como si le hubiera pasado un tren de mercancías por encima...
-Estaba muy malito, intubado, con traqueotomía, lleno de catéteres... Mi cuerpo parecía un alfiletero, era un desastre. Me tocó la lotería, pero la mala. Por dos veces tuve fallo multiorgánico y le dijeron a mi hijo, Rubén, y a mi hermana Puri que vinieran a despedirse. Prácticamente estuve en el 'más allá'.
-Tras casi dos meses en la UCI le pasaron a planta.
-Eso ya lo recuerdo todo. El personal sanitario y no sanitario fue estupendo conmigo, mi familia, mis amigos e incluso gente que no conocía se preocupó por mi salud. Y eso vale muchísimo. Es lo más importante para mí: ser buena persona, rodearse de buena gente y sentirte querido. Y ayudar, en la medida de lo posible, igual que hicieron conmigo. Lo aprendí en este viaje de ida y vuelta.
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-¿Qué pensó cuando se miró al espejo casi dos meses después de enfermar?
-Me dije, ¿quién es este señor? Mi cara estaba desencajada, era todo huesos tras dos meses con sonda nasogástrica. Me pesaron en silla de ruedas porque no me mantenía en pie: pasé de 82 a 62 kilos. Soy un superviviente 'in extremis', de los que peor lo pasaron.
-¿Y qué fue lo primero que hizo tras el alta?
-Abrazar a mi madre, Joaquina, que lo pasó muy mal esta temporada y ahora no se quiere separar de mí. Ir a ver a mi hermana, mi hijo, a los amigos. Y volver a la vida. Aunque ya no pueda viajar, puedo disfrutar de los amigos. Así estoy viviendo, y cada día es una ilusión.
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-¿Qué secuelas tiene?
-Tengo mal el pulmón, el riñón, la garganta... Me duele todo el cuerpo. Este es un virus traidor, imprevisible e impredecible en sus consecuencias, nadie sabe qué efectos tendrá en quienes lo pasamos. Es casi inteligente en su maldad, un enemigo implacable. Ahora sigo mal, pero con aún más ganas de vivir que antes.
-¿Qué supuso para usted que lo invitaran a contar su historia?
-Para mí fue un honor. Estoy encantado de haber estado con todas las autoridades, que me hicieron sentir muy a gusto.
-Como profesor, ¿Qué lección le gustaría transmitir, especialmente a los más jóvenes?
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-La salud es lo primero, deben cuidarse pero también tener espíritu de solidaridad y cuidar a los demás.
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