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Miércoles, 9 de septiembre 2020, 01:28
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Los supervivientes de la pandemia fueron los grandes protagonistas en la jornada del Día de Asturias. Así relataron su experiencia con el coronavirus.
Armando Menéndez, 66 años, profesor de matemáticas jubilado, puso ayer voz «a los cientos de asturianos que hemos sobrevivido» a la covid-19. Él fue uno de los primeros en contagiarse. Fue en un viaje del Imserso, a primeros de marzo. A la vuelta comenzó con tos y unas décimas de fiebre. Luego fue a peor. El día que una ambulancia fue a recogerle a su casa de Grado «cerré la puerta y ya no recuerdo más hasta que desperté en la UCI». Pasó allí dos meses. Y otro más en la planta de hospitalización del HUCA, de la que salió el 18 de junio, con veinte kilos menos.
«Un médico me dijo que era como si me hubiera pasado por encima un mercancías». Tiene secuelas. «Muchas». Pero intactas las ganas de seguir viviendo. «Mis amigos me dicen que soy como la división 'Brunete'», bromeaba ayer al término del homenaje a los supervivientes de la covid. Como para ellos, contraer el coronavirus ha supuesto para Armando Menéndez «un viaje de ida y vuelta que me hace ver la vida de otra manera».
Durante su intervención, este profesor que se jubiló en el instituto Ramón Areces de Grado, pero que también impartió docencia en La Felguera, Villaviciosa y Madrid, quiso dar las gracias «porque mientras yo hacía ese viaje de vuelta a la vida en el HUCA, soy consciente de que Asturias entera acometía una tarea gigantesca para frenar la pandemia». Y para que su segunda ola no sea, como ocurrió con la gripe española, las más mortífera, insistió: «Mascarilla, lavado de manos y distancia son normas fundamentales».
«Ninguno de los que hemos pasado la enfermedad somos héroes. No somos invencibles, de hecho podemos volver a contagiarnos en cualquier momento otra vez». El de Alba Fuertes, mierense de 26 años, es uno de los contagios de la segunda ola de la pandemia. A finales de julio acudió con unos amigos a La Buena Vida, en Gijón, y cinco días después, cuatro de ellos dieron positivo. Se hizo la prueba PCR por prevención, ya que no tenía ni un síntoma. Y también dio positivo. Dos veces en veinte días. Tal y como manda el protocolo, tuvo que confinarse en casa.
«Quienes tienen la enfermedad no son culpables. Muchos asintomáticos no pueden ni sospechar que son contagiadores. Si nos dedicamos a señalar con el dedo, nadie querrá hacer las cosas bien». Lo dice ella que, pese a actuar con responsabilidad, reconoce que «lo peor no fue pasar el coronavirus sino la presión social, las críticas, los juicios, las conjeturas sobre lo que habrás hecho». Cuando superó la enfermedad y pudo volver a salir a la calle comprobaba incrédula cómo la gente se apartaba a su paso. «Me llegaron a gritar desde los coches». La más joven de los contagiados que tomaron parte en el homenaje de ayer fue contundente en su petición:«Hay que fomentar la empatía y el respeto hacia las personas que dan positivo, porque hoy es él, pero mañana puedes ser tú. Y te ves muy sola, aislada de tu familia y amigos, de tu trabajo... Cuanto más para que la gente te critique y te cuestione».
Sufrió en sus carnes la variada sintomatología de una enfermedad que a veces se confunde con la gripe: la tos seca, el agotamiento... Todo ello tuvo que compaginarlo con la incertidumbre, el no saber si sería o no covid-19, hasta que llegó el positivo que confirmó el que parecía el peor diagnóstico.
Con él en la mano, tuvo que tomar decisiones y optó por las más responsables: cerró su bar, se quedó en casa y avisó a sus contactos estrechos. A su vez recibió el apoyo de mucha gente, entre otros el dueño del local, que durante el estado de alarma no le cobró la renta. Y es por ello que la lección que extrae de la pandemia es la de la solidaridad, porque, asegura, «de ésta tenemos que salir todos juntos».
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Jesús Manuel Rodríguez, médico de Atención Primaria en Grado, había atendido a muchas personas enfermas de la covid-19 así que no le sorprendió acabar contagiándose. A él, que conocía los síntomas y sabía a qué se enfrentaba, lo que le desesperó fue verse encerrado en el hospital rodeado de enfermeras y colegas, porque quería recuperarse y salir de allí. «Sientes la obligación de volver para ayudar».
El facultativo, que pasa consulta en el centro de salud del que fue uno de los municipios más castigados por la enfermedad en la primera ola de la pandemia, solo pensaba en volver a la primera línea, recordó ayer el presidente del Principado durante su intervención tras agradecer su «generosidad y entrega».
María José Álvarez, mierense con domicilio en Gijón y trabajadora del Servicio de Ayuda a Domicilio, detectó el 13 de marzo los primeros síntomas de la enfermedad. Una tos la puso en alerta. Y apenas una semana después llegaba la confirmación: positivo en covid-19. «Hice la prueba por precaución», recuerda. Porque trabajando con personas mayores, uno de los sectores de la población más vulnerable al nuevo coronavirus, no quería ponerlas en riesgo.
Al final, la enfermedad le presentó su peor cara. «Estuve doce días intubada en la UCI» del Hospital de Cabueñes. De ahí pasó a planta. «Solo cinco días, porque respondí muy bien al tratamiento», aunque le dejó alguna que otra secuela:«Migrañas en los ojos, caída del pelo, fatiga al hablar...», refiere. Durante todo ese tiempo «me sentí muy arropada». Por sus compañeras y por todo el personal del hospital gijonés, cuenta.
El pasado 17 de agosto pudo incorporarse nuevamente a su trabajo. «Ahora ya dispongo de equipos de protección, no como al principio, aunque hay compañeras que dicen que todavía les faltan mascarillas y EPIs».
Álvarez reivindica la figura de las trabajadoras de ayuda a domicilio: «Somos indispensables». Lo había reconocido previamente el propio presidente del Principado durante su intervención: «Qué lamentable es que hayamos tenido que esperar a una pandemia tan grave para que quienes realizáis esa labor hayáis merecido la consideración de trabajadoras esenciales».
Pareja de Carmen Álvarez, autónomo como ella, Marcos Fernández decidió cerrar su taller de motos en el mismo momento en que tuvo conocimiento de que su compañera había dado positivo en la covid-19. Fue el suyo «un ejemplo de responsabilidad», tal y como le reconoció ayer el presidente del Principado durante el especial acto de homenaje a los supervivientes de la pandemia en Asturias.
Porque, sin dudarlo, Marcos Fernández cerró su negocio y se autoimpuso un confinamiento en casa. «Después del susto», resultó que había sido un falso positivo. «Fue, por decirlo gráficamente, un daño colateral», aseguró Adrián Barbón. «Pero que no te quepa duda: actuaste como debías», le agradeció.
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LAURA MAYORDOMO / EUGENIA GARCÍA
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