Los Humanitarios llenan Moreda

Todo se inunda de asturianía, nada interrumpe la fiesta, jalonada por los encuentros entre amigos y familiares. Aparcar ayer en Moreda era imposible desde las once de la mañana. Al final de la misa, llego uno de los momentos más emotivos cada año. Cientos de alleranos custodian el exterior del templo y se guarda silencio, roto sólo por los aplausos al escuchar el típico «Que San Martín se lo pague», que constata que algún vecino ha adquirido una de las roscas.

Y con todo vendido, llega la hora de jolgorio. Las 'xandes', carrozas, esperaban ya por su salida en la calle de La Estación. En la mayoría de las carrozas se representaban escenas costumbristas, grandes botellas de sidra, espantapájaros y las huertas. Este año se coló un astronauta que rápido hizo amistad con uno de los cientos de paisanos asturianos que le ayudaba a seguir el desfile con los culinos de sidra. Una de las partes más esperadas y animosas del desfile son los grupos de gaitas y tradicionales que van animando las carrozas y que ponen a bailar tanto a los participantes en el desfile como a las miles de personas que los observan y animan en las calles. Reír, bailar, cantar y comer bien es casi una religión en la fiesta de los Humanitarios. Algo que se cumple a rajatabla. Tampoco faltaron los 'cabezudos', tradicionales de la fiesta de San Martín, Pinón y Telva, que cerraron el desfile de la romería de los Humanitarios hasta el año próximo

Mario Espinosa llega cada año a Moreda desde Gijón. Con raíces en la localidad allerana, lo que más le gusta es reunirse con su familia y degustar el postre típico de la fiesta, el panchón. Sin embargo, lo que más admira es que «cada año hay decenas de niños vestidos con el traje regional y luciéndolo con estilo». «Es bueno que las nuevas generaciones se impliquen en las fiestas tradicionales», remarcó.