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Carla Lobato, con el diseño de una pieza. Carolina Santos

Con mucho oficio y sin estereotipos

Formación Profesional. ·

Cuatro alumnas protagonizan una campaña financiada por el Consejo de Asturias de la FP para fomentar la incorporación de mujeres a ciclos y sectores muy masculinizados

Miriam Suárez

Sábado, 12 de junio 2021

Beatriz Ocaña estudia un grado medio de Carpintería y Muebles. Carla Lobato está a punto de terminar el grado superior en Diseño de Fabricación ... Mecánica. Naiara Soengas realiza prácticas de Soldadura y Calderería. Y Alejandra Berdayes, de Mecanizado para el arranque de viruta, lo que, traducido al lenguaje de toda la vida, le capacitará para ejercer como tornera fresadora.

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Su perfil profesional y personal es muy distinto. Pero las cuatro tienen en común haberse decantado por oficios tradicionalmente masculinos y haberle puesto cara a la campaña publicitaria que promueven la Consejería de Educación y el Consejo de Asturias de la FP para desterrar los estereotipos de género de la Formación Profesional asturiana. «No hay profesiones de mujeres y de hombres. O no debería haberlas», coinciden las cuatro.

Para esta campaña, que ya se ha lanzado públicamente a través de redes sociales, medios de comunicación convencionales y cartelería, la Consejería de Educación no ha buscado ni actrices ni modelos de publicidad, sino alumnas que son ejemplo de su lema: «La Formación Profesional trabaja sin estereotipos. ¡Te esperemos!». Su historia le pone rostro, nombre y apellidos a una realidad en la que todavía hay muchos sectores sin apenas presencia femenina.

Este curso, en clase de Naiara Soengas, por ejemplo, ella era la única chica. Esta gijonesa de 19 años, se había decantado por la rama de Gestión y Administración de Empresas al acabar la ESO, pero lo de estar delante de un ordenador no le motivaba «nada de nada». Así que decidió formarse como soldadora, siguiendo los pasos de su padre y desoyendo las opiniones de su entorno ante este giro drástico en su vida profesional. «Mi padre me decía que era un trabajo muy duro, que me lo pensara, aunque siempre me apoyó. Pero mis abuelos es el día de hoy que no acaban de entenderlo», comenta.

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Ahora que está en período de prácticas, soldando molinos eólicos, sigue sin arrepentirse de la elección. «Me gusta muchísimo, estoy deseando empezar a trabajar», afirma. También Beatriz Ocaña se reafirma en su decisión de hacerse carpintera. Ella tiene 32 años y es natural de Ciudad Real. Se trasladó a vivir a Gijón, de donde es su pareja, justo antes del confinamiento por covid. Y aquí se matriculó en FP, dejando atrás una década como profesora en la que llegó a impartir clases en un colegio de Irlanda.

«Tenía talleres, entre ellos, de madera. Y me picó el bichito», explica. Su interés por la carpintería fue en aumento, de la misma manera que le iba saturando trabajar con niños. Ahora, «cuanto más sé, más quiero aprender. El hecho de hacer muebles con mis manos me supone una realización personal», asegura Beatriz, que por las tardes estudia Mecanizado de la Madera, para complementar el aprendizaje de un oficio «muy envejecido, que es una pena que se pierda».

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Sólo dos mujeres, de 16 alumnos, asisten a su clase de Carpintería. En el caso de Carla Lobato, son cuatro. Gijonesa, 22 años, 2º y último año de Diseño de Fabricación Mecánica. «No sé si es por la palabra mecánica o qué, pero es una profesión muy masculinizada todavía. A mi que siempre me gustó mucho el diseño técnico, me está encantando», señala.

Arriba, Beatriz Ocaña, entre madera y muebles; abajo, Alejandra Berdayes, tornera fresadora, y Naiara Soengas, en el taller de soldadura. Carolina Santos / Arnaldo García

Carla viene de estudiar un ciclo formativo de Técnico en Rayos. Dice que está acostumbrada a manejarse con máquinas, aunque las máquinas que ha aprendido a manejar en esta nueva etapa formativa tienen un uso muy distinto: le permiten programar mediante ordenador la fabricación de piezas industriales. Según cuenta, «miré el temario y me gustó; no miré si ésta es una profesión de hombres o de mujeres. Espero que haya otras chicas que se animen».

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Ese, precisamente, es el objetivo de la campaña del Principado: favorecer la incorporación de alumnas a ciclos de FP todavía muy masculinizados, además de incidir en la igualdad de capacidades con independencia del género. En el caso de Alejandra Berdayes, además, rompió la barrera de la edad. «Mujer y de 40 años... A punto estuve de echarme para atrás», confiesa. No lo hizo y lo que encontró «fue mucho compañerismo». Aunque no se puede negar que, inicialmente, su perfil llamó la atención, «casi más por verme estudiando a mi edad que por el hecho de ser la única mujer de clase».

A Alejandra le gusta «todo lo que sea trabajo manual». Durante años, se ganó la vida en la industria agroalimentaria, la hostelería y la fabricación mecanizada. «Vi que el metal volvía a repuntar en Asturias y que había pocos torneros. Por eso me matriculé en este grado de FP, porque pensé que iba a encontrar una buena salida laboral», cuenta esta vecina de Noreña, que pronto finalizará su formación práctica y estará en disposición de ejercer como tornera fresadora.

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«La idea que tenemos de que un oficio es de hombre o de mujer viene muchas veces del desconocimiento de la propia profesión», considera. «Hay que romper esa visión tradicional», apostilla Carla. ¿Para eso? «Es importante tener referencias, saber que otras chicas lo han hecho», según Beatriz. Y sobre todo, remata Naiara, «hacer lo que te gusta, sin ponerte barreras ni que te importen los prejuicios».

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