Fallece a los 76 años Teresa Suárez-Guanes, la última condesa del valle de Pendueles
«Llevaba Asturias en el corazón, le daba mucha paz, y nos transmitió ese amor por la tierra a todos», indican sus hijos, Blanca y Álvaro Zurita
guillermo fernández y Lucía Ramos
Miércoles, 27 de enero 2021, 21:17
El valle de Pendueles, en Llanes, acaba de perder a su última condesa. María Teresa Suárez-Guanes Ybáñez fallecía en la madrugada del pasado ... sábado al domingo tras sufrir una caída en su casa de Madrid. A punto de cumplir 77 años el próximo 8 de febrero, había heredado el título nobiliario en 2018, tras la muerte, un año antes, de su hermano José Luis, quien colaboró en numerosas ocasiones con ELCOMERCIO como crítico taurino. Pese a haber nacido en Madrid, el hecho de que su madre, María Teresa Ybáñez Pico, fuese natural de Colombres y su padre, José María Suárez-Guanes yPeláez, de Vidiago y Pendueles, hizo que todos los veranos de su niñez los pasara en el Oriente asturiano, adquiriendo una costumbre que mantendría durante el resto de su vida. «Llevaba a Asturias en el corazón, era un lugar que siempre le dio mucha paz, y ella nos transmitió ese amor por la tierra a todos», indicaban ayer sus hijos, Blanca y Álvaro Zurita Suárez-Guanes.
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Tras contraer matrimonio en 1965 con Álvaro Zurita y Sáenz de Navarrete, se trasladó a Bilbao, donde nacieron tres de sus cuatro hijos –María, Álvaro, Diego y Blanca– y donde colaboró activamente con la UCD de Adolfo Suárez –por quien sentía una gran admiración– en plena Transición. Y es que, apuntaba ayer su hija Blanca, Teresa siempre fue « una persona inquieta, parecía que no le tenía miedo a nada». En aquella época, su marido, teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Getxo, llegó a estar amenzado por ETA.
Fue precisamente durante su estancia en Bilbao cuando desarrolló otra de sus facetas más destacadas: la culinaria. «Aunque en su casa siempre se comió bien, ella no sabía cocinar, pero uno de sus regalos de bodas fueron numerosas recetas que dos de sus tías habían ido recopilando con los años y como a ella le encantaba recibir a gente en casa se propuso aprender y lo consiguió», recordaron sus hijos. Y vaya si lo logró, pues unos años después, cuando la familia ya había regresado a Madrid, llegó a tener un pequeño servicio de cátering y una escuela, bautizados como La cocina del buen retiro. Además, también colaboró como gastrónoma con diferentes medios, elaborando diversos menús y recetas.
Aunque tenía su residencia habitual en Madrid, el palacio familiar de La Quintana, en Pendueles, era el lugar elegido por la condesa para pasar todos los veranos. Así, cada 18 de agosto, fiesta de La Sacramental, abría las puertas de su residencia para que desde allí saliera el cortejo folclórico rumbo a la iglesia parroquial de San Acisclo y más tarde se detuviera la procesión en un altar portátil ubicado en la finca anexa al monumental edificio. De hecho, los gastos de la misa solemne de ese día y el coste de los ramos repletos de adornos florales y roscos de pan, corrían desde hace un siglo a cargo del titular del condado. Por tal motivo, ocupaban cada año un lugar presidencial en el presbiterio y una buena parte de las letras de las estrofas de los cánticos del ofrecimiento del ramo reflejan la solidaridad, el apoyo y la colaboración por parte de los condes del valle de Pendueles con la localidad de la que toman el nombre.
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El título fue inicialmente otorgado por Alfonso XIII a su abuela María Teresa de la Borbolla y Azpide, el 3 de marzo de 1920, y para María Teresa fue todo un honor. «Lo llevaba como una responsabilidad para con esta tierra que tanto quería y en la que era muy feliz con muy poco; le bastaba con abrir la ventana y ver el mar o ponerse las zapatillas e ir caminando por los praos hasta Buelna», rememoraba Blanca.
Desde que se conoció la muerte de Teresa Suárez-Guanes, sus hijos no dejaron de recibir llamadas y mensajes de cariño, muestra de lo bien que cuidó en vida de sus relaciones. «Era muy curiosa y le encantaba aprender cosas nuevas, aunque gracias a su prodigiosa memoria tenía vastos conocimientos de historia, arte y política y siempre tenía conversación, era tremendamente social», destacaron. Debido a la pandemia, los restos de la condesa fueron incinerados, pero la idea es celebrar el funeral en Asturias cuando la situación sanitaria mejore y depositar sus cenizas en el panteón familiar de Vidiago.
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