El pueblo de Pimiango mantiene el «espíritu» de San Emeterio «con sencillez»

No hubo procesión a orillas del Cantábrico ni misa campestre frente a la ermita de Santu Medé, pero en Pimiango la «ilusión» que despierta San Emeterio se mantuvo ayer en formato reducido. «Alguna vez se trasladó de día, pero nunca se había suspendido», explicó Marina Laso, de la Comisión Mansolea de Actividades y Festejos (Comandefe). Ni siquiera la pandemia pudo interrumpir esa tradición y la fiesta, de interés turístico regional, se ciñó así a una eucaristía celebrada en el templo del siglo XVI y marcada por los estrenos musicales.

'Tierra de mansoleas', un himno a la localidad ribadedense, su patrimonio y sus gentes, vivió su puesta de largo en las voces de un coro vecinal creado para la ocasión. Detrás de la iniciativa y la composición está el dúo Mestura, integrado por Marisa López y Luis Suárez, quienes residen desde haces tres meses en Pimiango. «Nos gusta integrarnos en la vida del pueblo y al saber de la celebración quisimos hacer una canción», señalaron. Para ello, contaron con la colaboración de sus nuevos vecinos, quienes no duraron en «improvisar» un coro y comenzar los ensayos. Durante la misa entonaron además un padre nuestro en mansolea, jerga de los zapateros locales. «Es la primera vez en época reciente que se canta», indicó Laso. De cantar el ofertorio se encargó por su parte Samuel Vila.

Esos gestos llamados a mantener la «alegría» fueron agradecidos por el párroco Amador Galán, quien destacó cómo «el espíritu de San Emeterio sigue con nosotros con sencillez». De Comandefe y vecinos valoró además su trabajo «por la comunidad» y recordó que «merece la pena ser continuadores de la historia» en un enclave tan emblemático como la ermita de Santu Medé, rodeada de la iglesia de Santa María de Tina, la cueva de El Pindal, el faro y un «paisaje único».

El día grande de Pimiango estuvo además amenizado por Manolín 'El de Poo' y Gregorio Trespalacios, que con su gaita y tambor recorrieron las calles de la localidad desde primera hora. No faltó tampoco el reparto del bollo a los socios para cerrar una de las celebraciones más atípicas del santo al que se atribuye el poder curativo de dolencias de huesos y reuma.