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José Ramón Ordiz y Marcos Argüelles, ayer en La Pola.

Dos seminaristas de vocación tardía

Marcos Argüelles y José Ramón Ordiz ayudan en la parroquia polesa de San Pedro

JOSÉ CEZÓN

Lunes, 9 de mayo 2016, 00:19

El poleso Marcos Argüelles, de 23 años, y el ovetense José Ramón Ordiz Vigara, de 26 años, son dos jóvenes que cursan 2º y 3º de Estudios Eclesiásticos, respectivamente, y que cada domingo acuden a la Parroquia de San Pedro de La Pola a ayudar en la Eucaristía y la catequesis como una práctica complementaria a su formación filosófica y teológica en el Seminario de Oviedo. Además de compartir parroquia, ambos jóvenes coinciden en haber descubierto su vocación religiosa tras dedicarse primero a otros menesteres y en su visión de una Iglesia que necesita renovarse.

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Marcos Argüelles estudió en el colegio Celestino Montoto y en el Instituto Juan de Villanueva y después se licenció en Historia en la Univerdad de Oviedo, una carrera que concluyó el año pasado. Siempre estuvo vinculado a la Parroquia de San Pedro, donde se confirmó y participó en la catequesis. Y cuenta que tuvo como modelos al fallecido párroco Juan Bautista Álvarez y a su sucesor, Sergio Martínez. «Me llamaban la atención cuando ayudaban a la gente y les daban esperanza en situaciones difíciles, porque detrás veía a Dios, así que me dije 'por qué no probar' y, de momento, estoy bien», comenta. Es el único estudiante de su curso.

La trayectoria vital de su compañero José Ramón Ordiz es muy diferente. Natural de la parroquia ovetense de San Julián de los Prados, trabajó en la construcción o, como él afirma coloquialmente, «haciendo ñapas». Llegó a opositar al Cuerpo Nacional de Policía y para el Ejército y, al igual que el Papa Francisco, ejerció como portero de una discoteca. «Era un sitio complicado, pero entretenido, pero ves que no te llama ese mundo», explica.

El ovetense se presentó a un examen para ingresar en la Legión y lo aprobó, pero, de forma paralela, acudió a una novena a Covadonga en una semana de confirmaciones, que resultó determinante para darle un nuevo rumbo a su vida. «Me chocó el ambiente, pero me dejé llevar y dije sí al seminario», recuerda. Ahora comparte estudios con otros dos compañeros. Ambos sintieron la incomprensión de su familia. «A mi hermano le costó cuatro meses asimilarlo», subraya José Ramón. «Cuesta mucho», reconoce lacónicamente Marcos.

También coinciden en su admiración por la labor de los misioneros, que siguen transmitiendo mensajes de esperanza en condiciones muy adversas. Ambos quedaron muy impresionados con el testimonio que les relató el sacerdote chileno Rodrigo Miranda, quien estuvo cuatro años en una capilla del extrarradio de Alepo (Siria) y sufrió el asesinato de todos sus feligreses. Les contó que tuvo que recoger los cadáveres descuartizados de su gente en una bolsa de basura. A José Ramón le dejó también marcado el personaje de Robert de Niro en la película 'La misión', «un hombre que lo tiene todo y acaba cargando con las espadas». Y Marcos elogia el trabajo de Cáritas.

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La renovación de la Iglesia

«El ambiente», afirman al unísono al preguntarles por lo que menos les atrae de la Iglesia. «Hay gente que lleva veinte o treinta años en las parroquias y que no permite el relevo». También les gustaría «que mirara un poco más hacia fuera, porque no sabemos cómo habla el mundo», y que renovara su lenguaje. «La homilía no es nada actual», afirma José Ramón. Por eso tienen depositadas muchas esperanzas en el Papa Francisco con su mensaje de 'salid a las periferias'. Marcos le ve como «un complemento» del Santo Padre anterior: «Benedicto XVI era un intelectual y Francisco lo lleva a la práctica». El celibato no es un tema que les preocupe. «No es algo dogmático, pero, de momento, está ahí», subraya Marcos.

El poleso explica que ve a Dios «cuando alguien va a ayudar a un enfermo y que se conmueva, creo que Dios actúa a través de esas personas». Y también se le manifiesta en la liturgia. Del mismo modo, José Ramón percibe la presencia del Santísimo «detrás de la gente: del padre de familia, del profesional o del que da la cataquesis sin sueldo un domingo por la mañana».

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