La lluvia impide procesionar a las tres cofradías del Santo Encuentro

La lluvia impidió ver ayer la 'nueva fotografía' del Santo Encuentro en la Plaza de España. Debido al andamio que sujeta el edificio de la calle San Francisco que hace esquina con la calle de Alfonso VII, el paso de San Juan Evangelista no podía bajar por la 'calleja de Los Cuernos' y tendría que haberlo hecho por San Francisco. Pero no hubo opción porque las tres cofradías que participan en la procesión del Santo Encuentro decidieron suspenderla por la lluvia.

Era, en el fondo, algo esperado porque aunque Carlos Fernández Mora, presidente de la Junta de Cofradías, señalaba pocos minutos antes que la intención de las cofradías «siempre es salir», la lluvia apenas daba tregua para volver con más fuerza y, en ocasiones, con fuertes rachas de viento. De hecho, la suspensión fue acertada porque no dejó de llover.

Había plan b. Siempre lo hay. El sermón que estaba previsto dar desde un balcón del Hotel Palacio de Avilés, en la plaza de España, se trasladó a la iglesia de San Nicolás de Bari, que se quedó pequeña. Aún con los 'sanjuaninos' en el coro, hubo que sacar sillas y muchos fieles se quedaron de pie. En las primeras filas estaban las 'camareras de la Virgen' de la Cofradía Nuestra Señora de los Dolores y el resto de los bancos fueron ocupadas por el resto de cofrades de esta hermandad y de la Cofradía Nuestro Padre Jesús de Galiana.

El párroco Alfonso López puso palabras al sentimiento de impotencia y resignación de los cofrades, a los que transmitió que su trabajo no había sido estéril. Incidió en ello el sacerdote avilesino Juan José Blanco Salvador, párroco de Cangas del Narcea y encargado de dar el sermón, que no ocultó su emoción por participar de forma activa en un 'encuentro' al que tantas veces él asistió como feligrés. Lo hizo, además, acompañado de una representación de la Cofradía del Santo Cristo de la Salud de Cangas del Narcea.

La celebración religiosa en la iglesia, de carácter más íntimo y con la asistencia de la feligresía de verdad, enlazó con el mensaje de su sermón que proclamó el amor a Dios y reivindicó la Semana Santa como la muestra pública y necesaria de una fe que hay que exhibir con orgullo, en ese sentido advirtió sobre el peligro de confusión: «No son charangas o pasacalles de entretenimiento. No lo hacemos por contribuir a un incremento de la oferta turística. No estamos ante una obra de teatro. Estamos viviendo y contemplando la expresión solemne de una fe responsable de la mayor revolución social que ha experimentado el mundo, pese a quien pese».

Animó Blanco Salvador a sacar la fe a las calles «porque no nos resignamos a encerrarnos entre cuatro paredes» y porque la fe «no es algo que se pueda ni se deba reducir al ámbito de lo privado».

No estaban las imágenes delante, pero él había animado a imaginarlas porque el sermón había sido concebido para dar frente a ellas. El sacerdote describió cada uno de los pasos y trasladó la escena a la actualidad. Así, sobre Jesús Nazareno, que curó, enseñó y ayudó a los que más tarde le repudiaron y manejaron a la masa popular para «mantener los intereses y cuotas de poder». «Hoy, como ayer, nada nuevo bajo el sol», concluyó.

La Dolorosa, la imagen de una madre sufriendo ante la injusticia que se comete con su hijo. Un dolor recíproco y un amor que «encuentra, el uno en el otro, consuelo y fuerza».

Por último, San Juan, el discípulo amado y el único que no huyó y sobre cuyo ejemplo interpeló a los fieles. «¿Soy discípulo de Cristo? ¿Me dejo vencer por la comodidad, por lo fácil, por la inercia de la masa? ¿Me dejo vencer por el miedo al 'qué dirán', por miedo al ridículo, a las faltas de respeto tan lamentablemente ya frecuentes e impunes?».