t La tripulación del 'Esmeralda Tercero' carga todo lo necesario para la costera. FOTOS: MARIETA

Los marinos del bonito se hacen a la mar

Pesca. El 'Esmeralda Tercero' y el 'Berriz Amatxo' zarpan hacia las Azores en busca de los primeros bonitos, confiados en que la buena temporada que auguran palíe el mal resultado de la xarda

BORJA PINO

Martes, 18 de mayo 2021, 00:55

Han transcurrido veintidós años desde la primera vez que Fidel e Iván Álvarez Garaot se embarcaron por primera vez en las naves propiedad de su familia, para sumarse a ese hito de la tradición pesquera cantábrica que es la temporada del bonito. Y, en ese tiempo, pocos inicios de la costera han sido tan anhelados como el de ayer. Tras varias jornadas de intensos preparativos, el 'Berriz Amatxo' y el 'Esmeralda Tercero', los barcos de los que son patrones respectivamente, zarparon a medianoche de los muelles locales y pusieron rumbo a los caladeros atlánticos, con la esperanza de que las capturas de las próximas semanas compensen los pésimos resultados de la campaña de la xarda.

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«Las mediciones que hemos tenido de temperatura y plancton nos gustaron mucho. En la zona en la que estuvimos el año pasado hay un grado y pico más, así que puede que los bonitos ya estén allí», señalaba a media mañana un optimista Fidel Álvarez, atento a la maniobra de embarque de hielo realizada por los cinco tripulantes bajo su mando. Como el 'Esmeralda', el 'Amatxo' cuenta con una dotación de seis hombres, todos asturianos a excepción de un peruano, que durante las próximas semanas convivirán a bordo sin tocar puerto, hasta acumular en sus bodegas el tonelaje suficiente para rentabilizar la travesía.

La partida ocurrió a medianoche, con los familiares de los pescadores despidiendo a los suyos desde tierra, en una estampa con reminiscencias de tiempos lejanos. Junto a la pareja de naves, registradas en Cudillero, salieron a mar abierto desde Avilés otras tres embarcaciones con base en Bermeo. A las cinco les espera ahora una travesía de entre tres y cuatro días hasta llegar a la zona de pesca escogida, a unas doscientas millas al este de las Azores. Hacia allí ya se dirigen desde el domingo, a modo de avanzadilla, tres buques gallegos y un cuarto vasco.

«Vamos a navegar con los aparejos tendidos hasta llegar allí, por si encontramos algo por el camino», explicaba Álvarez, que, pese a los buenos augurios, no se atreve a dar una estimación de la fecha de regreso, ni del éxito o fracaso de la costera. Su deseo, como el de sus hombres, es alcanzar y, a ser posible, superar el récord del año pasado, cuando el 'campanu' se subastó a 350,60 euros el kilo, el mayor precio de su historia.

«Llevamos entre 15.000 o 18.000 euros de gastos en cada barco, entre hielo, combustible y víveres, sin saber si vamos a pescar», se sincera el veterano patrón, hijo de una larga estirpe de pescadores que se remonta a su bisabuelo. Como sus antecesores, Álvarez está acostumbrado a esa incertidumbre, aunque, en este caso, «el año ha sido desastroso. Con esto de la covid bajó mucho el precio del pescado; luego, la xarda salió muy mal. Esperemos que el bonito lo compense; si no, puede ser un desastre».

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Métodos de siempre

Ahora, el balance de la campaña dependerá, fundamentalmente, de la pericia de las tripulaciones para localizar, pescar, conservar y llevar a puerto la mayor cantidad de túnidos de calidad posible. Una lucha contra la Naturaleza que, pese a la implementación de localizadores GPS, sistemas de información meteorológica vía satélite y otros equipamientos de alta tecnología, «no se diferencia tanto de cómo se hacía en 1999, cuando empezamos en esto mi hermano y yo».

Así, tanto el 'Esmeralda' como el 'Amatxo' cuentan con quince carretes hidráulicos de sedal por barco, y cada carrete está dotado de un único anzuelo. Esas quince líneas de sedal se tienden por la popa de cada nave, a la espera de que las piezas muerdan los cebos. «Pescamos los bonitos de uno en uno, como siempre se ha hecho», sentencia Álvarez.

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Regresar a casa cuanto antes es el más secreto deseo de todo marino; en consecuencia, ninguno de los pesqueros hará escalas mientras dure la costera, a menos que se produzca una emergencia técnica o sanitaria. «Para nuestras familias es duro. Estamos veinte días fuera, o más; luego volvemos, estamos en casa dos o tres, y volvemos a salir», puntualiza, aunque aclara que «ya están acostumbradas. Entienden que es nuestro modo de vida».

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