James Nachtwey, «lúcido testigo del horror»
«Hay un trabajo que hacer... contar la verdad», repite sin cansancio el Premio Princesa, primer fotoperiodista que entra en el palmarés de Comunicación
Paché Merayo
Viernes, 20 de mayo 2016, 00:32
«Lo peor es que, como fotógrafo, me aprovecho de las desgracias ajenas. Esa idea me persigue todos los días». Con esta confesión quiebra James Nachtwey de un plumazo las dudas de quienes miran con recelo el trabajo del fotógrafo de guerra, de quienes piensan que observa la sangre, el hambre y el dolor sin importarle. Todo lo contrario. Este neoyorquino de Siracusa (1948), que recibía ayer el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, siendo el primero de su disciplina en ocupar lugar en ese selecto club, aprieta el botón de su cámara con el corazón encogido, pero sin olvidar su misión: «Hay un trabajo que hacer... contar la verdad». No hay pose, solo realidad.
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Por eso el jurado que presidía Víctor García de la Concha decidió, «por unanimidad», que tanto su legado como su ejemplo merecían estar en el palmarés. Ambos le convierten, aseguraba el director del Instituto Cervantes al comunicar su fallo, en un «lúcido testigo del sufrimiento humano». Como tal también en «uno de los mejores reporteros gráficos de guerra de las últimas décadas». Quienes le conocen, quienes han seguido los pasos de sus cuatro décadas, disparando fotos sobre todos los conflictos armados del planeta, aseguran que, además es «una bellísima persona. Tremendamente agradable». Eloy Alonso, que, como Javier Bauluz, coincidió con él colocando el objetivo ante la primera intifada en Palestina, allá por los últimos ochenta, le corona, como hacen todos, con el título de «maestro absoluto». Están de acuerdo ambos fotoperiodistas asturianos en que la luz de Nachtwey se vierte sobre «varias generaciones de fotoperiodistas de todo el mundo».
También lo advierte el jurado. Y por supuesto, el vicedecano de Comunicación de la Universidad de Navarra, Jordi Rodríguez Virgili, que promovió su candidatura. De hecho, asegura que propuso la figura del estadounidense no solo por lo que suponen sus fotografías, «impactantes, tremendas y llenas de compromiso y verdad», sino también por «el cariño y admiración que advertimos en todos sus colegas».
Si a una persona se le quiere de esa manera tan evidente «es que es más que un fotógrafo», viene a decir el vicedecano, ayer feliz por la concesión del galardón. También lo estaba, y mucho, el propio James Nachtwey. Costó encontrarle, pero cuando, por fin, se le dio la enhorabuena, habló del «gran honor» que le suponía recibir el Premio Princesa. Sobre todo, explicó, por «estar en compañía de tantas personalidades y organizaciones sobresalientes que han sido fuente de inspiración e influencia tanto para mí como para millones de personas».
Confeso discípulo de Goya, del que dice marcó su camino, el trabajo de Nachtwey no se queda relegado a los conflictos armados. Ha llegado a cubrir más de treinta. El hambre, el sida o el medio ambiente son otras de sus preocupaciones. Como también lo es la crisis migratoria, a la que ha prestado recientemente su cámara, recordando la vergüenza a la vieja Europa. Premiado en multitud de ocasiones, cinco veces Medalla Robert Capa, logró entre otros galardones el World Press Photo en 1995. Trabajó para 'Time' y fue miembro de la Magnum, hasta que cofundó en 2001 la agencia VII Photo.
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