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El escritor y crítico literario José Luis García Martín. P. LORENZANA

García Martín propone una tertulia impresa en 'El lector impertinente'

El profesor emérito y poeta publica un volumen con sus reseñas, un picoteo por la literatura sin hueco para la corrección política

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Jueves, 3 de diciembre 2020, 01:34

No es un libro de literatura académico, no es tampoco una sucesión de reseñas al uso. José Luis García Martín, profesor emérito de la ... Universidad de Oviedo, poeta, escritor y hombre de verbo implacable, ha conseguido hacer de la crítica literaria un territorio propio, muy personal, en el que él mismo se alza protagonista. El título es una magnífica presentación, 'El lector impertinente', que no es otro que aquel que huye de lo políticamente correcto.

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«El impertinente es el que no dice lo que conviene decir en cada momento. Para ser crítico hay que ser impertinente, no decir lo que la publicidad o el autor esperan que digas, es ser pertinente para los lectores», revela el profesor y colaborador de este periódico, que ha sido el primer continente de esas reseñas -unas sesenta, fruto de un par de años de trabajo- que ahora se hacen libro, el que era su destino final desde el principio. «Yo siempre tengo en la cabeza el libro completo, y lo que hago es ir dando anticipos», dice. Y explica después cuál es el proceso: «Soy como los productores audiovisuales, el contenido sale en distintos formatos, en papel en el periódico, luego también se publica en la red, lo que permite leerlo a gente de Nueva York o de cualquier otro lugar, y luego, cuando un editor me lo pide, es como el final, que permite leerlo seguido». Además, no están todas las reseñas publicadas, porque no todas merecen tal honor: «Si le doy un palo a un mediocre, mejor dejarlo ahí».

«Mi libro tiene 460 páginas pero es como una conversación, puedes abrirlo cuando te parezca, unos disfrutaran del palo que le doy a este, otros de cómo descubro un poeta que no conozco y me maravilla, es una conversación sobre literatura», afirma, y deja claro que esas reseñas nada convencionales componen como una especie de autorretrato intelectual.

Él, que tiene diferentes escenarios para la lectura, que huye de casa y se refugia en los cafés -si están abiertos- para leer sin tregua, sabe que hay lecturas intermitentes e intensas, que están las que te permiten levantar la vista y las que te absorben por completo. «Este libro es de sala de espera de un aeropuerto, es un picoteo más que un gran banquete, se puede leer en cualquier sitio y, si no te gusta un capítulo, pasas a otro», resume.

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La impertinencia de la que presume -no duda en sacarle los colores al mismísimo Vargas Llosa- le viene de serie. No es fruto del aprendizaje. «Yo desde que tengo uso de razón, uso la razón», explica, y recuerda las batallitas y heroicidades que contaba su abuelo de la guerra de Marruecos y su réplica con solo nueve años: «Abuelo, si en la guerra de la Independencia los malos eran los franceses porque invadieron nuestro país, en la de Marruecos los malos éramos nosotros», dice este autor que lamenta lo poco que piensan otros en este hoy de pandemia que nos ocupa.

Piensa, reflexiona y escribe, de un modo nada académico, buscando un libro limpio, libre de notas abrumadoras para quien lee y que solo parecen destinadas a mostrar erudición. «Es para quien le interese la literatura, no para estudiar, no es un libro de bibliografía, lo dice en el prólogo Abelardo Linares, esto es como una tertulia impresa, con la ventaja que se puede hacer callar al que habla sin descortesía, que es algo que en la tertulia queda feo», relata.

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El libro ya está impreso, la tertulia servida para leer en cualquier escenario. Pero pronto habrá más literatura con el sello de García Martín, que no se cansa nunca de trabajar. Dirige para Impronta una colección de grandes poetas para todos los públicos y pronto estará en las librerías una antología de Antonio Machado; continúa al frente de la revista 'Clarín', que lleva 25 años sin fallar, ni con la pandemia mediante, a su cita cada dos meses; está trabajando en las pruebas del libro del periodista Luis de Sirval asesinado en la Revolución del 1934, 'Huellas de las Constituyentes' (1933), y en otro volumen sobre su muerte que aporta interesante documentación, y no se olvida de su fundación, que financia la revista 'Anáfora'.

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