«Después de un asesinato terrorista sobrevives, pero el dolor jamás se va»
La muestra 'El terror a portada' recorre 60 años de terrorismo en España a través de los archivos de EL COMERCIO y reúne a algunas de las víctimas asturianas de la barbarie
Las lágrimas volvieron este jueves a los ojos de Ángeles López, viuda de José María Sánchez Melero, al que los GRAPO asesinaron «solamente por ser un guardia civil y por llevar un uniforme, por defender el Estado de derecho» hace 32 años.
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Aquella mañana, la del 28 de diciembre de 1989, dos terroristas de la banda «entraron en la Delegación de Hacienda en Gijón y los mataron a tiros. A mi marido y a su compañero, Isaac Rodrigo Ranilla». José María (39 años) recibió varios disparos y falleció poco más tarde. A Rodrigo, de 36, lo remataron en el suelo.
32 años de dolor condensado en el Museo Arqueológico de Asturias, donde abrió sus puertas la exposición 'El terror a portada'. Una muestra organizada por la Fundación Víctimas del Terrorismo y el Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo que recorre seis décadas de violencia terrorista en nuestro país a través de las hemerotecas del Grupo Vocento, al que pertenece este diario, y a cuya inauguración asistieron el presidente autonómico, Adrián Barbón; la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa; la consejera de Presidencia, Rita Camblor, y la viceconsejera de Justicia, Encarnación Vicente, además de los dos vicepresidentes de la Junta General del Principado y representantes de los grupos políticos con presencia en el Parlamento regional, entre otras autoridades como el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, Jesús Chamorro; el delegado de Defensa en Asturias, coronel Juan Luis González; el coronel Francisco Javier Puerta, jefe de la Zona de Asturias de la Guardia Civil, e Inmaculada Leis, jefa de la Brigada Provincial de Policía Judicial.
Porque -como explicó Adrián Barbón-, aunque nada puede reparar los crímenes cometidos, tenemos el deber de «cuidar la memoria, evitar el olvido». Una tarea que «no solo es un deber ético para con las víctimas, sino que también nos sirve de advertencia, ya que, por desgracia, sabemos que el horror puede repetirse». Y porque también «sabemos hoy que la unión de los demócratas es indispensable para vencer al terrorismo, sea cual sea».
A Ángeles, la barbarie la dejó viuda y con dos hijos de nueve y siete años, pero habla en plural. En su nombre y en el de todas las víctimas que la sinrazón terrorista ha dejado en España. De los cientos de familias destrozadas, de los miles de amenazados y desplazados, de las 1.453 vidas inocentes segadas, como recordó Tomás Caballero, presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo. Porque, «después de un asesinato terrorista sobrevives, pero el dolor jamás se va», acertaba a contar la viuda de José María Sánchez Melero. Y porque, «aunque pasen los años, siempre están en la memoria, ellos nunca se olvidan. Sobre todo, porque los niños eran muy pequeños. Después, se casaron, también tuvieron hijos... y tú estás sola. Sigues viviendo, pero te falta esa parte que no es natural, porque no ha muerto de una enfermedad ni de un accidente de tráfico...». Y a su lado asentía, incapaz de articular palabra, María Ángeles Perera, madre de Irene Fernández Perera, asesinada en la localidad oscense de Sallent de Gállego junto a su compañero con una bomba-lapa. Y María José Rama y su hija Cristina, que perdieron a un marido y un padre: el cabo langreano Juan Carlos Beiro.
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Cuatro mujeres empeñadas en «que los más jóvenes conozcan lo que pasó en este país» y a las une «un camino doloroso, injusto y tortuoso» que se ha cebado con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Extorsiones, amenazas, insultos, silencios y asesinatos que también tuvieron en la diana a los medios de comunicación, como recordó el director de EL COMERCIO, Marcelino Gutiérrez, quien representó a este periódico junto con el presidente de su Consejo de Administración, José María González; Diego Oliveira (director de Marketing) y Miguel Rojo (jefe del área de Cultura) para recordar que la prensa, a través de algunas de sus páginas más dolorosas, esas que «nunca hubiésemos querido publicar», ha escrito «el relato histórico de la defensa de las libertades frente a la intransigencia y la barbarie, de quienes dieron su vida por nuestra democracia. Algunos, héroes conocidos. Otros, anónimos», a los que esta muestra quiere también servir de homenaje. Un relato presidido por el «compromiso con la verdad», lejos de equidistancia y la manipulación, «que resulta fundamental para construir nuestro futuro».
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