Resurrección de Lorca en el Palacio Valdés
Oriol Broggi dirigió una intensa y memorable puesta en escena de 'Bodas de sangre' en Avilés | Un teatro abarrotado y puesto en pie ovacionó a un reparto de excepción encabezado por Clara Segura y Nora Navas
DIEGO MEDRANO
AVILÉS.
Lunes, 22 de octubre 2018, 03:20
Auténtico lujo 'Bodas de sangre', ayer, bajo la dirección de Oriol Broggi en un Teatro Palacio Valdés abarrotado y conmocionado. No solo es la constatación fidedigna de haber entendido a Lorca, sino todos sus colores: el paisaje andaluz, el detalle poético, el desenlace esperado de la tragedia, el peso en sociedad de costumbres y tradiciones inamovibles cuyas raíces hondas impiden libertad y aire nuevo. El Lorca de Broggi es poético por culpa de las atmósferas, con canciones flamencas, nanas italianas, temas populares mexicanos interpretados por una formación musical sobre el escenario.
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El argumento es de sobra conocido. Níjar, 22 de julio de 1928. El desplante a una novia acaba en un asesinato a tiros. La escenografía por parte de La Perla29 cobra una importancia crucial: el ambiente a ruedo, tierra y arena, el peso de la plomiza nebulosa andaluza conservadora. Los artistas cambian de personaje por medio de la voz, y ello da otra velocidad a la obra: Clara Segura y Nora Navas brillan especialmente en el papel de la Madre y la Novia.
Los poemas entendidos como cante, como flamenco, en una dirección nada visitada, al introducir los temas mexicanos e italianos, como un escalón más en su viva esencia. Partituras del joven Lorca de la Residencia de Estudiantes. Calaveras en combinación con instrumentos, guiños constantes al asesinato, verso y prosa en hoguera convulsa.
Los personajes no hablan, recitan, y eso da otra música al conjunto. Resalta sobre todo el elenco de figuras la Madre: el homenaje a la fortaleza de las mujeres andaluzas, orgullo y potencia, fuente de verbo rocoso y altivez, tormenta y relámpago. La candidez está muy bien entendida entre la Novia y la Criada.
La música refuerza la escena, pero este Lorca de Broggi tiene una segunda valía cuando no se hace tan explícito. Pura puesta en escena, juego de miradas, movimientos insospechados, lenguaje no verbal, cuerpos en el discurso mismo de su duelo o confrontación. Lorca total: tierra, fuego, República.
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La iluminación hace muy presente el odio como un personaje añadido, hasta el final abierto, donde esos mismos golpes de luz crean la ilusión del bien.
Broggi, al ir en busca del Lorca poético, quiere también descubrir el autor teatral primario. El movimiento de las figuras, alejándose o en primer plano, provoca otra constelación del texto donde no se resalta tanto la primacía entre unos y otros. El caballo -proyectado en el escenario- es virilidad, muerte, erótica, como los deseos mismos de los personajes, y es fondo de los pasajes más trascendentales junto aquellos donde el virus de la sospecha, la latencia del mal, va inoculándose desde los ángulos más discretos e imprevistos. Lorca sibilino, quien culebrea y no asusta.
Leonardo, único personaje con nombre propio del conjunto, une y separa a todos los demás en igual medida. La escena, desnuda de decorados, facilita el movimiento geométrico, con abundante presencia cenital, junto al trazado de triángulos, cuadrados o elipsis por parte de los intérpretes.
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Hay un guiño a western, a tragedia en diferentes ambientes sobre la arena, gracias a la luz. Contraluces amenazantes, lunas de sangre, boda divida en dos planos, sombras enormes de los actores y fotografías aumentadas a tamaños imposibles.
La oscuridad es otro personaje junto a los diálogos repletos de sugerencia evocadora, directos, naturales, en sabrosa dicción. La muerte arrastra una larga capa roja en el Lorca de Broggi. Todo es fisicidad. El acento andaluz da cuenta de un duende escondido que llega al patio de butacas para hacer cosquillas. Los duelos femeninos tienen la calma en la paz de los esqueletos justo antes del casorio.
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Lorca es para Broggi Tom Waits y Chopin. Lorca es acordeón y osadía catalana. Turbias escenas de cazadores y una amazona que hace las veces del sueño y también es narradora y sorpresa manifiesta.
La obra acelera en contra de toda voluntad actoral y el desenlace trágico se ve por encima de la maestría del cuerpo general de actores. El patio de butacas brilla de ímpetu y emociones contenidas. Lorca prodigioso, portentoso, animal, visceral, entendido desde un cosmopolitismo donde las fronteras no existen y la Andalucía profunda, negra y criminal, puede germinar en cualquier parte.
La desnudez de los personajes en su negro interminable permanecerá en la memoria de los espectadores por mucho tiempo. Ovación cerrada del público, que aplaudió al elenco puesto en pie. Éxito absoluto en el Palacio Valdés. Lorca de blues, de jazz, de chalecos y guitarras. Lorca sin fronteras, Lorca universal.
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