González Fuertes, en Las Palmas, donde ha pasado unos días de vacaciones. E. C.

Pablo González Fuertes

Exárbitro de Primera División
«Deberíamos ser más objetivos con el árbitro y cuidar ciertos mensajes»

«Llegué al final de un camino de treinta años y poder saber cuándo cuelgas el silbato es una satisfacción enorme»

Iván García

Gijón

Sábado, 12 de julio 2025, 22:52

No ha sido un año cualquiera para Pablo González Fuertes (Gijón, 1980). El Comité Técnico de Árbitros (CTA) hizo oficial lo que ya era un ... secreto a voces: no seguirá arbitrando desde el césped al alcanzar la edad límite para los trencillas, los 45 años. Su vida arbitral no se acaba aún, pero sí que cuelga el silbato tras ocho temporadas y más de 150 partidos en Primera. Seguirá vinculado al colectivo desde el VAR, donde ya ha coordinado varios encuentros, incluida la última final de Copa del Rey entre Real Madrid y Barcelona.

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–Se cierra una etapa, ¿no?

–Ahora ya sí se puede decir que dejo el arbitraje de campo. El techo de cristal de los 45 años está ahí y toca pasar a otra etapa diferente dentro del estamento.

–Importante el matiz del campo, porque seguirá en el VAR.

–Sí, de hecho ya hay unas listas oficiales en las que estoy incluido en el nuevo cuerpo específico VAR que se acaba de crear. He tenido el privilegio de haber estado en el equipo VAR de una final de Supercopa, dos de Copa y muchos partidos importantes de Liga.

–Supongo que habrán sido semanas de echar la vista atrás y ver el camino andado durante estas décadas...

–Tengo que reconocer que voy a echar mucho de menos el campo, pero estoy feliz. Llegué al final del recorrido, un camino de treinta años, y poder saber cuándo cuelgas el silbato y, además en mi caso, por este límite de edad que no me dejaba ir más allá, es una satisfacción enorme.

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–Si le pido que se quede con un momento clave en su carrera.

–Han sido ocho años en Primera y antes cinco en Segunda. Son trece en el fútbol profesional, pero yo creo que el salto real que posiblemente haya sido el más emotivo fue el de Segunda B a Segunda. Venía de una etapa de ocho años en Segunda B en la que me había quedado tres veces a las puertas. En Segunda B en aquel entonces éramos 120 compañeros y a veces subían 2, 3, 5... Dependía del año. El que subían dos quedé el tercero, el año que subían cuatro quede el quinto, el año que cinco, el sexto... Son momentos difíciles. Ese ascenso yo creo que fue el más emotivo por lo que supuso llegar al fútbol profesional.

–Su último partido en San Mamés, un Athletic-Barça... Casi un adiós de ensueño, ¿no?

–Tengo que decir que en el último tercio de la temporada, en el que se sabía que tenía que retirarme por la edad, no recibí más que muestras de cariño por donde fui. No solo en ese último partido, sino de parte de todos los clubes, jugadores y técnicos. Es satisfactorio porque creo que pone el fútbol en ese prisma deportivo. Tenemos que recuperar esa competitividad sana y dejar de diabolizar al estamento arbitral. Somos un deportista más dentro del terreno de juego y es bonito irte sintiendo ese cariño y respeto.

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–¿Alguna anécdota que se pueda contar después de todos estos años?

–Hay muchas, pero igual todavía no es el momento de contarlas. Vamos a posponerlas hasta el momento que me retire definitivamente (bromea).

–Uno de sus últimos partidos ha sido la final de la Copa del Rey, en la que estuvo a los mandos del VAR. ¿Cómo lo vivió?

–La final de la Copa del Rey posiblemente sea una de las experiencias más bonitas para un árbitro. Es el partido más importante de nuestro país y me quedo con que tuvimos un reconocimiento por parte de nuestro trabajo por una gran toma de decisiones de parte de todo el equipo.

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–¿Le molestó algo de lo que se dijo de usted y de De Burgos Bengoetxea –árbitro de campo– tras la rueda de prensa previa?

–Afortunadamente yo, que ya tengo 45 años y llevo 30 en la profesión, tengo la capacidad de aislarme. Estaba concentrado en lo que teníamos que hacer en el terreno de juego durante los 90 minutos, que al final fueron 120. En una categoría como Primera es fundamental que te aísles de todo el ruido de tu entorno para desarrollar tu trabajo de la mejor forma.

–Se ha conocido el nuevo presidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), Francisco Soto Balirac. ¿Lo conoce?

–Sí, tengo la suerte de conocerlo desde hace tiempo. Lleva tiempo vinculado al arbitraje territorial en Galicia. Es una persona muy preparada a nivel profesional y creo que va a desempeñar una gran labor al frente del arbitraje.

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–Sustituye a la Junta presidida por Medina Cantalejo en un curso que ha sido un poco convulso para el arbitraje español...

–La anterior Junta de Gobierno del CTA tuvo un muy buen trabajo. Esto es el arbitraje español y estamos inmersos en el ruido. Consiguieron que estuviésemos centrados en nuestro trabajo, que no siempre es fácil.

–Al anunciar la salida de Medina Cantalejo, Louzán (presidente de la Federación) aludía a la necesidad de una reforma del cuerpo arbitral.

–Los árbitros estamos para arbitrar y es a lo que nos tenemos que dedicar. Todo lo que no sea eso es un error por nuestra parte.

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–Le pido la autocrítica a la inversa. ¿En qué podemos mejorar los medios o las personas que rodeamos al fútbol en nuestro enfoque con el arbitraje?

–Creo que deberíamos ser más objetivos a la hora de tratar la figura arbitral y tener mucho cuidado con los mensajes que se envían porque no sabemos quién los recibe. Un mensaje de tipo bélico contra un árbitro puede conllevar problemas sociales. Igual el que los recibe contra González Fuertes no se desahoga, pero sí contra el niño o la niña que arbitra un partido de cadetes el sábado. Si no hay árbitro, no hay fútbol y, si no hay árbitro de fútbol base, no hay árbitro de fútbol profesional.

–¿Merece la pena ser árbitro?

–100%, sí. Miro hacia atrás ahora y en estos treinta años no veo más que alegrías, momentos buenos y felicidad. El camino, a pesar de lo que se pueda ver o creer, es maravilloso. Si volviera a nacer, volvería a ser árbitro.

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