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La familia propietaria: sentados, delante, los hermanos Juan (presidente) y Gerardo Rodríguez Cuervo, y detrás Eva (consejera delegada) y Sonia Rodríguez Alonso. De pie, por la izquierda, Juan Rodríguez Alonso, Gerardo y Lola Rodríguez Rodríguez. LUIS MANSO

Un negocio con auténtico sentimiento de pertenencia

Hijos de Luis Rodríguez (MasyMas). La tercera generación de la familia dirige una empresa de capital 100% asturiano con un 'equipo' de 1.800 trabajadores

Domingo, 25 de septiembre 2022

Tienen recuerdos de la tienda de ultramarinos de Doctor Casal, abierta en 1932, y cómo su padre bajaba bien temprano de su hogar, situado en ... el piso superior, para hacer los preparativos previos a la apertura diaria. Era pequeña, señalan, pero contaba con un almacén trasero, que hizo las veces de cochera de la vieja furgoneta Renault, primero, y la Citröen, después, con la que el fundador viajaba cada martes de Oviedo a Salas al mercado a por productos frescos para poner a la venta. Es más nítido el recuerdo del cambio en 1941 al almacén de coloniales de Fray Ceferino, esquina 9 de Mayo, «donde había estado Anís de la Asturiana» y donde hoy se erige Salesas. No se olvidan ni del carro y ni del caballo 'el Toni' que dormía en aquel almacén. Tampoco de los juegos de la época en la calle con pelotas de trapos y cordeles, de comerciantes y clientes...

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Los hijos de los fundadores, Luis y Macrina, Mario, Cuqui, Juan y Gerardo.

Pero, sobre todo, no se olvidan de ellos, de Luis y Macrina, de sus padres, los grandes artífices de que hoy Hijos de Luis Rodríguez sea esa gran empresa familiar, de capital 100% asturiano, dirigida por la tercera generación de la saga. Unos auténticos emprendedores de la época, que dejaban a sus cuatro hijos al cuidado de la familia para sacar adelante, con mucho trabajo y sacrificio, un negocio que hoy da empleo a unas 1.800 personas y que el año pasado arrojó una facturación de 224 millones de euros. Un matrimonio que tomaba café en Peñalba e iba a misa en San Juan El Real, y cuya generosidad y plena disposición de ayuda - «era muy bueno, fiaba a la gente e iba avalando a todo el mundo»- les causó la primera gran 'crisis'. «Un día se dio cuenta de que no podía hacer frente a las deudas y la empresa entró en una especie de suspensión de pagos». Los fundadores temieron la desaparición, pero su hijo Juan, el pequeño, perito mercantil, dio un paso al frente y prometió a sus padres que aquella amenaza de quiebra se quedaría pronto en un mal recuerdo. La segunda generación de Hijos de Luis Rodríguez salió al rescate y lo consiguió, «con mucha dificultad», pero lo consiguió. La trayectoria de su padre, su crédito entre los proveedores y sus compromisos siempre cumplidos, fueron el principal aval. Y las patatas - «fuimos un referente y empezamos a importar de Holanda directamente por El Musel»-, el trigo y el centeno de un amigo de la familia de Castrocontrigo, hicieron el resto.

Macrina Cuervo y Luis Rodríguez, fundadores.

Representaciones

90 años de trayectoria de un negocio familiar da para mucho. Intentar resumirlo es tarea difícil porque cada época tuvo su encanto para los protagonistas, no exento de numerosas complicaciones, y cientos de anécdotas salpican la historia. Como, por ejemplo, que Hijos de Luis Rodríguez fueron los encargados de introducir la Coca-Cola en Asturias, tras conseguir la concesión para su distribución en la década de los 50, una auténtica revolución que dio un gran impulso a las ventas durante los 10 años que duró el contrato. O, menos comercial, pero igual de importante para el negocio, fue conseguir la representación en la región de los extintores Aréo-Feu, de Murcia, que desde aquí distribuyeron a cines, almacenes o equipamientos mineros e industriales como Hunosa o Fundición Nodular. Incluso seguros abarcó el negocio, ostentando la representación de La Previsión Española, y extendiéndolos a toda la región. Una más. Hijos de Luis Rodríguez fueron pioneros en la distribución en el mercado asturiano de las nueces de California 'Diamond', que surtieron cientos de casadiellas de la época, un auténtico lujo para los paladares más dulces.

Juan y Gerardo conversan con un trabajador en la nave de Llanera.

El trabajo de la segunda generación, orientado a asentar el negocio y abrir nuevas rutas comerciales, supuso uno de los grandes y más notables cambios: el paso de trabajar con minoristas a hacerlo con mayoristas, con el consumidor final. «El cambio fue brutal porque no teníamos ni idea de lo que era una tienda, sobre todo de los productos frescos. Sabíamos lo que queríamos y lo que no». La fecha clave para ello fue 1992 y el hito la compra de doce establecimientos de Supermercados Los Tulipanes, una empresa que estaba en quiebra y cuya plantilla llevaba tiempo sufriendo las consecuencias del hundimiento del negocio. Y no fue nada fácil. Se pasaba de una plantilla de 80 personas «que trabajaba con mucha familiaridad» a más de 600 «que venían de impagos, con experiencias muy malas». El recibimiento fue con miedo y escepticismo. No eran los primeros que se habían lanzado a salvarlos, ¿por qué iban a ser los últimos? «Hubo que pelear, pero veíamos que eran buenos supermercados y viables, y conseguimos sacar la suspensión de los juzgados», recuerda Juan. Lo hace con nostalgia de una época que no fue buena para él, porque un conflicto laboral que saltó al año de la puesta en marcha de los primeros supermercados MasyMas y que casi tira abajo la viabilidad de la empresa, le sumió en una depresión - «había hecho un esfuerzo muy grande y estaba agotado»- que le mantuvo apartado del negocio durante un tiempo. Pero, asegura toda la familia, «el ejemplo y la palabra, cumpliendo todo lo que se prometía», convirtió en éxito aquella gran transformación del devenir de Hijos de Luis Rodríguez.

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Y comenzó el rodaje. Hubo que aprender a llevar las carnicerías, las pescaderías, las charcuterías e, incluso, las panaderías. Primero se hizo bajo gestión externa, pero, poco a poco, se fueron asumiendo y hoy día forman un todo en cada establecimiento. Pero ¿hay nostalgia del cliente mayorista? Porque actualmente el peso del negocio recae en el minorista. «La hay. Son dos mundos totalmente diferentes. Tenemos nostalgia. El mayorista te permite contactar con el cliente directamente. En el minorista, como persona desapareces. La imagen de la empresa te la da lo que tienes cara al público», apunta Juan, presidente de la compañía. Y su hija Eva, consejera delegada, quien ha cogido el testigo, sonríe. Ella prefiere a los pequeños. Y tiene 53 supermercados (cuatro en León) para visitar cada año, además de cuatro Cash&carry, y 72 franquicias (en Galicia, Cantabria y Castilla y León). El plan de crecimiento de la empresa es orgánico, con la apertura de una o dos tiendas al año y de entre una y tres franquicias. También analizan la posibilidad de ampliar el ya impresionante centro logístico de Llanera.

Valores

Juan y Eva son dos generaciones. Dos tratos diferentes. Pero los mismos valores: humanidad, profesionalidad, esfuerzo, y familiaridad. «Nuestra gente ve que trabajamos igual que ellos, por el bien del negocio. No estamos metidos en los despachos. Somos currantes. Las cosas tienen que funcionar porque esto es una empresa y mira lo que le pasó a mi abuelo. Pero todos tenemos que ganar. No hace falta ser el más rico a costa del otro», afirma Eva, en su filosofía humanista empresarial que defiende a capa y espada. Como sus hermanos. Y sus primos. Y su 'equipo', los casi 1.800 trabajadores que conforman el engranaje de la empresa. Porque la familia encabeza Rodríguez, pero la 'gran familia' la conforman todos. También los clientes y la sociedad asturiana «de los que sentimos su cariño». Y como ejemplo, el premio que recibirán en octubre de la Asociación Asturiana de Empresa Familiar.

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La cuarta generación de Hijos de Luis Rodríguez aún es joven pero «vamos a empezar a trabajar con ella. La idea es que nos sucedan, pero si desarrollan su propio criterio, perfecto. En capacidades personales no nos metemos. Ninguno de mis hermanos, ni yo, crecimos pensando en el negocio», asegura Eva. Eso sí, los que vengan, empezarán desde abajo, como ellos, desarrollando el auténtico sentimiento de pertenencia que impregna cada rincón de una empresa que comenzó tras el mostrador de una tienda de ultramarinos.

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